Berugo Carámbula, el músico que soñó y se atrevió a triunfar como conductor

Los sueños, sueños son… pero aquí se hacen realidad», decía Berugo Carámbula en Atrévase a soñar, programa con el que ganó un Martín Fierro a la Mejor Conducción y que en 1987 lo catapultó a la fama, superando los 35 puntos de rating diarios. Con su bigote, su jueguito de cejas, su chispa y sus monigotadas se compró al público, especialmente al femenino: «Mi público es muy amplio y me sienten como de la familia. Me siguen desde personas muy mayores hasta chicos chiquitos. Pero tengo que admitir que mi target son las señoras. Ellas tienen conmigo un no sé qué porque soy un pícaro respetuoso», solía decir, entre risas.
Quienes lo conocieron resaltan su talento como músico, su gracia como actor y su compromiso como amigo. «Era un tipo especial», coinciden. A cinco años de su muerte, su hija María Carámbula y sus colegas y amigos Gabriela Acher y Miguel Ángel Rodríguez recuerdan con mucho afecto al uruguayo que «cruzó el charco» en busca de un sueño y logró convertirse en toda una figura.

El sueño hecho realidad

Notable guitarrista, humorista perspicaz, conductor muy popular, Berugo nació el 31 de octubre de 1945 en Las Piedras, Uruguay. Se llamaba Heber Hugo Carámbula y de chico soñaba con ser músico. «A los cinco años tocaba polkas en una guitarrita y parece que lo hacía bien porque a los siete me mandaron a estudiar guitarra clásica, y a los trece me recibí de profesor y empecé a dar clases», contaba sobre sus inicios. Por ese entonces se sumó a la Crazy Clown Band para tocar el banjo. Tenía dieciséis años cuando se presentó con el grupo al Festival Nacional de Jazz, y lo ganaron. «Fue todo muy emocionante. Teníamos hinchada y nos llevaron en andas buena parte de los 22 kilómetros que separan Montevideo de Las Piedras, donde seguimos festejando toda la noche», contaba emocionado.
La música le abrió las puertas de la televisión y de una nueva vida. «Nos enteramos de que iban a llevar a un grupo de música en vivo a Telecataplúm y el nuestro sonaba bien. Corría el año 1964 y no me imaginaba que mi vida artística iba a seguir por el camino de la comicidad», recordaba hace ya varios años. «Rápidamente, a los músicos nos empezaron a usar como extras. Comencé mal porque lo hice robando cámara. Soto y Espalter estaban en un bar charlando y yo era el que atendía. El sketch duraba como diez minutos y, de aburrido nomás, metí el dedo en una botella e hice como que no lo podía sacar; terminé trepado al mostrador luchando con la botella. Estuvieron a punto de echarme», contaba entre risas sobre su primera aparición en Telecataplúm.
El humor y la música fueron pilares fundamentales en su profesión y en su vida cotidiana: «Si un tipo no escucha música y no se ríe nunca, disparale porque está incompleto, le está faltando algo», decía.

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