Falleció el hermano de Mirtha Legrand

José Martínez Suárez murió ayer a los 93 años. El reconocido director de cine, hermano mayor de las gemelas Mirtha y Goldie Legrand, había sido hospitalizado a raíz de una rotura de cadera, consecuencia de un accidente doméstico. Pero con el correr de los días su estado se agravó por un virus intrahospitalario, que le provocó una neumonía. Si bien los profesionales en un primer momento lograron estabilizarlo, el cuadro se complicó hasta llegar a este doloroso final.
Mirtha y Goldie lo visitaron todos los días durante su internación. Apesadumbrada, la diva había dicho en su programa: «Mi hermano está con un tema de salud que me tiene muy preocupada. Tengo la fe de que va a estar bien, pero me tiene preocupada». Por su parte, Marcela Tinayre, sobrina de Josecito -como lo llamaban todos- le había contado a Teleshow: «En la familia estamos pendiente de la situación, y en especial mamá, que está inquieta por su salud».
Si bien la mayoría lo vincula directamente con la gran dama de los almuerzos, Martínez Suárez era mucho más que el hermano de Mirtha Legrand: en el mundo del cine su palabra era respetada y admirada. Maestro de todo aquel que quisiera ser un guionista exquisito, el director del Festival de Cine de Mar del Plata fue, sobre todo, una persona noble.

La memoria de
un hombre de cine

Un adolescente espera en la portería de los estudios de cine Lumiton. Sus hermanas filman una película y debe esperarlas. En un descuido se mete en lo que parece ser un galpón pero en realidad es un set de filmación y queda deslumbrado no por lo que pasa delante de las cámaras sino detrás de ellas. Mira el trabajo de los escenógrafos, los iluminadores y sobre todo el director. Todos los días que quedan del rodaje logra colarse, y se queda observando hasta que alguien le pide que le alcance algo y de pronto se encuentra -casi sin darse cuenta- trabajando en el mismo lugar que sus hermanas pero desde un sitio absolutamente distinto. Sus hermanas son las mellizas Legrand y comienzan a ser exitosas; él prefiere el detrás de escena: a partir de ese momento José Martínez Suárez construirá una de las trayectorias más emblemáticas y admiradas del cine nacional.
«Cuando entré en Lumiton era una especie de universidad. La persona mayor enseñaba a los pibes, cosa por cosa; nadie se guardaba nada. De ahí salieron iluminadores, camarógrafos, directores, guionistas. Fue mi segundo hogar», relató alguna vez en Anfibia, la publicación de la Universidad de San Martín. «Era un placer trabajar allí porque uno iba rotando los cargos. Por ahí estaba en el laboratorio, por ahí estaba en la administración, por ahí estaba de ayudante de dirección, por ahí estaba como ayudante de producción, por ahí como ayudante de cameraman. Así se iba aprendiendo de todo».
Mientras Mirtha y Goldie se destacaban en pantalla, José absorbía todo lo que pasaba detrás. Primero fue asistente de producción, luego ayudante y asistente de dirección. Entre sus maestros estaban Leopoldo Torre Nilsson, Kurt Land, Ralph Pappier y Daniel Tinayre, que con el tiempo se convertiría en su cuñado.
Sus ganas de aprender no eran nuevas, lo acompañaban desde chico cuando se portaba mal a propósito en la escuela para que lo mandaran castigado a la dirección. Es que la penitencia consistía en ¡leer! Entonces Josecito devoraba enciclopedias y todo lo que caía en sus manos. Porque las buenas historias también necesitan buenos lectores.
Cuando murió su papá recién había cumplido 11 años. El dolor era tan inmenso que la única forma que encontró para aliviarlo fue refugiarse en aquello que además de los libros sentía seguro y mágico: el cine. Y así fue que ese verano vio 700 películas; el dolor no se fue, pero se sintió mucho menos.
Al tiempo dejó Villa Cañás con sus hermanas y su mamá, instalándose en Buenos Aires. Todavía no sabía que Rosa María, la Chiqui, se convertiría en Mirtha Legrand, una de las grandes estrellas no solo del cine también de la televisión argentina. Pero lo que sí sabía ese día que acompañó a sus hermanas a los estudios Lumiton era que amaba el cine. Paso a paso llegó su primer documental, Altos hornos Zapla (1959), y luego su debut en la ficción con El crack (1960). En esa película, y con la lucidez que solo distingue a los talentosos o a los adelantados, describía las maniobras oscuras de ciertos dirigentes de fútbol con los jugadores.
Después vinieron Dar la cara (1962), Viaje de una noche de verano (1965), co-guionó La Mary (1974) con Daniel Tinayre, dirigió Los chantas (1974), Los muchachos de antes no usaban arsénico (1976), y su último trabajo fue Noches sin lunas ni soles (1984).
A la par que realizaba su recorrido en el cine comenzó a dar clases en algunas universidades, y también a hacer algunas gauchadas. ¿En qué consistían? Una vez un amigo se le pidió que le leyera un guión porque no entendía por qué se lo rechazaban. José le prometió leerlo esa misma noche y al otro día le dio su devolución: «Te lo rechazan porque está mal escrito, flaco», le dijo, contundente. Entonces, de gaucho se ofreció a ayudar a mejorarlo, y lo hizo. Entonces vino otro guionista y le pidió lo mismo; y después un estudiante de guión; y después otro y otro. Y todos se iban con el mismo guión pero mejorado, pulido, perfeccionado, y todos los buenos adjetivos que se puedan agregar.
Su saber era tan vasto que siempre contaba con la palabra precisa, la frase justa para marcar los errores, aciertos y necesidades. Pero también contaba con la humildad y la autoridad necesaria para corregir sin humillar, para indicar sin despreciar. Solía repetir dos frases que eran casi su credo: «Podés filmar con una luz pésima y con encuadres desprolijos, pero si contás una buena historia vas a mantener al espectador sentado en la butaca». El otro: «Hay películas muy buenas, otras buenas y hay películas necesarias». Quizá por eso sus filmes de cabecera eran Ocho y medio, de Fellini, y El Ciudadano, de Orson Welles.
José jamás alardeaba de lo que sabía; al contrario, afirmaba que no era que conocía mucho de cine, sino simplemente que recordaba mucho. «Tengo buena memoria y saco conclusiones», afirmaba, pero él -tan memorioso – «olvidaba» que los recuerdos son situaciones o hechos que quedan en la mente. Entonces si recordaba tanto era porque había visto y vivido mucho.

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