«Hablé de mi sexualidad porque me apetecía»

Ahora, en este momento, saluda desde su estudio de grabación y luce un semblante iluminado, pura amabilidad, sin un solo rastro de tensión. Pero hace exactamente 24 horas atrás, el hombre estaba serio, demasiado concentrado, arropado por una campera blanca y subiendo hacia la terraza de la Torre Picasso, uno de los rascacielos más altos de Madrid. ¿En qué estaba pensando Pablo Alborán en ese momento? “Pues mira, hubo un momento de mucho nervio porque me recordaba muchísimo a los conciertos de verdad, al momento en que justo estoy por salir al escenario. Como había tantos focos, la ciudad entera y las luces de los edificios, me recordaba a cuando el público está con las linternas. Entonces, de pronto me puse más nervioso por lo que me recordaba estar ahí. Era curioso: se me olvidó de que estaba en las alturas y de pronto creí estar en un concierto de verdad”, contó el artista.
El lugar elegido parecía el apropiado para presentar su quinto disco de estudio, titulado Vértigo. Un show desde las alturas, que se vio vía streaming (el comentario más celebrado en YouTube dice “Pablo Alborán salvando nuestro jodido 2020, confirmen”) y duró casi media hora, lo que le alcanzó para estrenar algunas de las canciones del trabajo en cuestión… aunque, claro, sin aplausos: “Me sentí mal por eso. Pero no esperaba nada, solo que la gente, desde sus casas, lo pasara bien. Y ahora que lo dices, eso va a ser un shock: cuando vuelvan los conciertos, el sonido del aplauso va a ser muy bestial para todos los artistas. Pero esto nos enseña también a cantar sin esperar el aplauso. Creo que te tienes que desvivir en cada canción y en cada escenario, no porque haya un aplauso, sino porque lo tienes que hacer. Para eso te subes a un escenario, ¿no?”, analizó.
En Vértigo, Alborán profundiza su cancionero sensible, algo meloso y bastante a corazón abierto, aunque se atrevió a tomar elementos que, desde la óptica del prejuicio, les parecían lejanos: latidos y texturas trip-hop para “Si hubieras querido”, el sabor a bachata en “De carne y hueso” o el pulso up-tempo de “Dicen”. En esto tiene mucho que ver la decisión de componer con otros artistas, algo que nunca había hecho hasta acá. “El disco ha sufrido muchas idas y venidas. Pero su punto de partida fue abrir las puertas a componer con más gente, a hacer algunas cosas que nunca había hecho. Y me fui a Miami con Julio Reyes, con Diana Fuentes, con el argentino Federico Vindver, con Nico De La Espriella y empecé a crear sin esperar tampoco, ¿no? Empezar a ver qué pasa, a probar. Grabé un par de canciones, me volví a España, hice una gira, llegó una pandemia… y de pronto me encuentro con todo parado, con la ilusión de ese comienzo de disco sin ninguna expectativa. Y decido seguir escribiendo, seguir componiendo, compartiendo mi música a distancia con Julio, produciendo desde casa. Eso ha hecho que el disco tuviera un recorrido muy veraz y muy real, por lo que estamos viviendo todos. Y también muy espontáneo, porque hice un disco sin esperar que pertenezca a un disco: canciones por el mero hecho de desgofarte, de plasmar tu ilusión y sin más. Entonces eso me ha hecho recuperar la razón por la cual me dedico a esto”, explicó.

—¿Y cuál es esa razón para seguir haciendo música?

—Pues que yo en realidad me dedico a la música no solo por hacer un disco. Para mí, la música está viva. Entonces el disco es necesario para transmitir tu trabajo, es un conducto. Hago música por muchísimas otras razones: por un desahogo, por una necesidad de explicarme y de traducir lo que siento. Hay veces que ni la palabra me ayuda: necesito cantar, emitir sonidos, tocar el piano o la guitarra. Entonces, esta pandemia me ha hecho recuperar un poco toda esa motivación.

—Muchos músicos eligen colaborar con otros artistas o hacer música que se parezca a la que está “pegada”, como decimos aquí. Vos, en cambio, te mantenés en tu esencia…

—Cuando tu piensas en colaborar con algún otro artista, lo primero que te llega a la mente de manera inconsciente es: “A ver, vamos a buscar quién está pegando”. Y eso no puede pasar. Nunca he pensado así y mi equipo tampoco. Pues a la hora de hacer música, tampoco tiene que pasar eso. Al menos yo, si hago un reggaetón, lo hago porque me apetece, no porque sepa que es el género que a lo mejor está pegando. Hay que recuperar un poco ese respeto a lo que hacemos y a la música, a hacer lo que realmente te apetece. Si haces música sin esperar el resultado, el resultado va a llegar solo. Y desde luego que el resultado que venga, será de verdad, ¿sabes? Da igual que sea grande, pequeño. Son los que tienen que ser y eso está muy bien.

—Qué te genera más vértigo, ¿la hoja en blanco ante el desafío de escribir una nueva canción o la recepción del público ante la obra terminada?
—La segunda. A mí la hoja en blanco y que no me salga nada me pone de una mala leche… (se ríe) me pone de muy mal humor, me bloqueo, rompo todo y me voy. Saber que el disco ya está disponible y que la gente lo escucha en sus casas, me da vértigo. Estos días he estado muy contenido y conteniendo también incluso el exceso de emoción; tengo mucho trabajo y no quiero gastar muchas energías. La salida del disco provoca una catarsis, porque pensé que no iba a salir, pensé que estas canciones no iban a salir de mi estudio… incluso, verbalizarte todo esto, me está dando vértigo. Porque de pronto pienso: “A ver cómo la gente recibirá estas ideas, estas canciones tan personales y estas canciones tan auténticas”. Creo que la gente no lo va a escuchar de la misma manera que si saliera antes de la pandemia.

—¿Influyó este contexto en las letras finales?

—Sí, de hecho había canciones que no lograba terminar. ¿Quién iba a decir que yo iba a hacer una bachata? Esto va a sonar muy extraño, a ver cómo lo traducimos: hay veces que decía “Bueno, si total ya mañana me muero, si total mañana se acaba todo, igual mañana ya no vuelve la música. Pues ya está, vamos a hacer lo que realmente te salga en el día y en el momento”. Y este disco se ha hecho un poco así. Obviamente, no quiero que se muera nadie. Pero estuvo esa sensación de: “Oye, vamos a disfrutarlo, si es que la música está para eso, es lo único que tenemos que permanece, lo podemos rebobinar”. El resto no se puede rebobinar.

—En junio fuiste noticia por hablar de tu sexualidad, algo poco habitual en vos, ya que solés ser muy reservado y no alimentar lo extra musical. ¿Qué te llevo a contar que sos homosexual?

—Lo hice sin más, porque me apetecía. Creo que no hay que confundir el ser honesto con la falta de privacidad y de intimidad; yo creo que son dos cosas distintas. Y, luego, por otro lado, es verdad: al final hay más intimidad en mis canciones de lo que la gente se pueda imaginar. Estoy a corazón abierto, estoy con las puertas de mi alma en mis canciones, estoy entregao. Estoy tremendamente vulnerable en mi música. Y eso creo que también hace que se busque la conexión con la gente. Tu conectas por lo que nos hace humanos. Y mis discos siempre han sido muy humanos, muy terrenales. Pero este, más que nunca, porque lo que te duele a ti, me duele a mí. Y ahora nos hemos dado cuenta.

Comentarios Facebook

Lo más leído