Fue el sol de enero
que encendió su corazón
y su alma ardió en el blanco
de sus chacras infinitas.
Gringa enamorada,
se dio sin recelos ni resguardos
al amor inagotable de esos años,
en días sin ponzoña ni malicia.
El indio originario
le protegió ese amor
en noches desveladas
bailando al cachurí,
y haciendo hijos nuevos,
rueda del tiempo y de la vida.
Fue para abril, en día histórico,
que abrigamos la primera cuna,
y sembramos sueños infinitos
en el infinito cielo ibarreteño.
Fue para octubre, lo recuerdo,
que los dueños del tiempo
silenciaron las máquinas,
obturaron la tierra,
se robaron las semillas
y la escalera al cielo del amor
y de los capullos familiares.
Duelen la tristeza, el polvo
y las calles despintadas
de estos tiempos ajenos,
espinas de vinal en el alma
sin compasión ni lástima.
Te redimes en febrero
en noches de luces y colores,
engaños de sueños multicolores:
tres días de otros tiempos,
de otros cielos y de otros amores.