Juan Viale: «La experiencia como conductora al principio me pareció aterradora, pero hoy la disfruto»

“Estoy muy feliz”. Como si fuera un mantra, Juana Viale repetirá estas palabras una y otra vez en la charla con Teleshow para describir su estado de ánimo antes de su regreso a la televisión. Un comenzar diferente, postergado, laberíntico, repleto de rumores que optó por dejar a un lado para concentrarse en su norte. Como hizo con cada uno de sus pasos en el medio hasta llegar a este presente, cada vez más consolidada como conductora, con un Martín Fierro reluciente y orgulloso en algún lugar de su casa.
Hasta este mediodía, Juana había ocupado la cabecera de las mesazas en reemplazos de su abuela, eventuales o más extensos, como el que inició el 21 de marzo de 2020, cuando la pandemia y sus consecuentes restricciones la empujaron a salir a escena. Entonces, estaba a días de iniciar un rodaje y hubo que recalcular sobre la marcha. A hacer un toro, como se dice en el ambiente y como le gusta repetir en cada oportunidad. Hizo propio ese rodeo no tan ajeno, aportando su estilo propio y sin perder de vista el envase original. Y los resultados están a la vista.
Hoy a la 13.45 por El Trece estrena Almorzando con Juana, para ponerle formalmente su sello al programa de los domingos que vuelve al aire después de un tiempo largo. Nueve meses de mucha incertidumbre, tras aquel 19 de diciembre pasado, el día después de compartir el último programa con Mirtha. Un parto. Un tiempo que la tuvo activa, con la gira teatral de El ardor, que llevó a Uruguay, y redoblando su compromiso con el medio ambiente. Sin perder de vista a la televisión ni mucho menos a su abuela, pero quieta en sus ansiedades, sabiendo que el tiempo iba a poner las cosas en su lugar.
—¿Cómo viviste estos meses de incertidumbres y negociaciones?
—Con mucha calma, sinceramente, estaba librada a que el destino haga lo que quiera. No tenía angustia, ni nada de eso; sabía que íbamos a volver, pero lo que no sabía exactamente era cuándo. Estas negociaciones son largas, con idas y vueltas, hay que ponerse de acuerdo y ahora no solamente con mi abuela, también había que ponerse de acuerdo conmigo. Es lindo poder trabajar, la experiencia que tuve como conductora me resultó al principio aterradora, pero ahora lo disfruto. Es un momento de goce en el que la paso bien.
—¿Por dónde pasaba esos miedos del principio?
Sobre todo por las condiciones, yo arranqué en plena pandemia sin saber qué iba a pasar, con un futuro absolutamente incierto. Las cuarentenas eran por un plazo de 15 días y no se sabía lo que iba a suceder. Cada 15 días yo me enteraba si iba a seguir trabajando en un lugar que no era el mío, me tuve que hacer como una carrera universitaria, y lo que se aprende en cuatro o seis años tuve que hacerlo en tiempo récord.
—Y valió la pena.
—Sí, hoy soy muy feliz de poder estar donde estoy, y sé que el público también lo quiere y lo desea mucho. Lo digo por la repercusión del programa, por lo que me dice la gente, por las ganas con las que esperaban que se dé este regreso. Por ahí uno no toma dimensión de lo que pasa afuera, porque está haciendo su trabajo en un estudio en una mesa, con invitados, pero en estos años de pandemia el programa significó una gran compañía en muchas casas.
—¿Cuándo sentiste que habían pasado los miedos, que empezabas a disfrutar más del programa?
—No sé, hay cosas que pasan y no te diste cuenta, no hubo un día puntual en el que sentí que la tenía atada. Todos los invitados son distintos, una emocionalmente va variando. Sigo sintiendo nervios todas las veces que voy a hacer el programa, no es que lo hago de taquito, y el día que deje de sentir esos nervios creo que voy a sentir que cumplí el objetivo y tendré que hacer otra cosa. Es muy vigorizante ir a laburar, no hay guion, muchas veces es inesperado lo que sucede. Sí fui tomando confianza en mí y acá estamos.
La importancia de llamarse Juana. El “acá estamos” abre dos caminos posibles. El de la conductora recibida en tiempo récord y con honores, a juzgar por el Martín Fierro que le concedió APTRA y por el cariño del público de la Chiqui que la adoptó como propia. Y también la que este año sumará por primera vez su nombre de pila a una marca que lleva 54 años en lo más alto de la televisión. Almorzando con Juana será entonces el sello que la acompañe en cada mediodía dominical. La actriz no se hace cargo de la decisión, y cuenta qué dijo su abuela cuando se enteró. “¡Qué shock!”. Pero la versión libre de la frase susanesca no encierra ningún resquemor ni nada que se le asemeje. “Fue el cambio de Mirtha por Juana, pero al fin y al cabo el programa sigue siendo Almorzando. Y si queremos, un día puede ir ella un domingo y yo un sábado. Esas son las ventajas de trabajar en familia”, desliza con picardía.
—Se las vio muy cómplices en escena cuando compartieron el último programa y cada vez que se muestran en público? ¿Cuánto hablan del programa fuera de cámara? ¿Son de darse consejos?
—No existe eso, porque ella es mi abuela además de ser Mirtha Legrand. No nos juntamos a charlar exclusivamente del trabajo, hablamos de muchas cosas por suerte y creo que la complicidad viene también desde ese lado, que somos familia. Ahora cuando arranquemos vamos a hablar mucho del post, de cómo nos vestimos, de los invitados, las repercusiones; pero consejos no, ya pasamos esa etapa, estamos en otra y cada una tiene su impronta, su manera de hacer y llevar el programa.
—¿Te involucrás en la producción a la hora de elegir los invitados?
—Sí, hablo con mi equipo de producción enorme, que trabajan no solo en el día a día. Un programa así necesita preproducirlo con mucha anticipación. A veces pido un invitado que me gustaría tener, opinamos de la complejidad de ese Tetris que es armar cada mesa. Vemos las agendas de los invitados, con quiénes pueden coincidir. No es fácil.
Al frente. Juana no quiere arriesgar nombres de invitados a futuro ni siquiera en modo lúdico. Quizás como para no ponerse presión, acaso para no mostrar las cartas. En cualquier caso, entendiendo el juego de la televisión que tuvo que aprender a jugar aun viniendo de un linaje artístico. “Me gusta la pluralidad”, dirá como única condición para que su mesa se plantee de puertas abiertas a diferentes pensamientos y vertientes. Pero no es solo ideológica la advertencia. “Yo voy a estar los domingos y no creo que haya mesas tan políticas. Me parece que para un almuerzo de domingo es muy pesado, y creo que va a ser un poco más distendido.

Comentarios Facebook

Lo más leído