La eficacia alemana en el córner corto termino con la ilusión de Los Leones

El seleccionado argentino se despidió de Tokio 2020. Alemania le ganó por 3 a 1 con tres goles del fijo.
Tardaron cinco años los alemanes en quitarse esa espina que se les había clavado muy profundamente en Río de Janeiro. Aquella goleada en contra de 5-2 en las semifinales la habían sentido en cuerpo y alma los por entonces bicampeones olímpicos. Pero ahora se tomaron la revancha. En los cuartos de final de los Juegos de Tokio 2020. Fue triunfo por 3 a 1. Y fue eliminación de los Leones, que se despidieron de su ilusión gigante de ganar una nueva medalla.
Los primeros 10 minutos fueron de un estudio absoluto por parte de los dos. Ninguno pareció convencido de arriesgar. Entre Argentina que, cuando tuvo la bocha en su poder, buscó cuidarla sin apuro y Alemania que salió decidido a bloquear con apenas dos delanteros esperando en la mitad de la cancha, empezó a armarse un partido cerrado, duro y muy táctico. La idea de uno y otro era absolutamente clara: protegerse en el sector defensivo e impedir que el adversario llegara al círculo. Ambos sabían que ahí cada uno tenía sus mejores virtudes para lastimar.
Hasta que Vila encontró a Mazzilli a los 11 minutos y el seleccionado tuvo su mejor chance del primer tiempo. Fue después que el volante-delantero la acomodó con el revés del palo y sacó el disparo que se fue apenas por encima del travesaño. Pareció animarse Argentina con esa acción y enseguida fue Keenan el que se las ingenió para sacarse de encima una triple marca y, tras dar un medio giro, buscar el centro: Bugallo alcanzó a desviar pero el arquero Stadler respondió con acierto, atorándolo.
Hasta ese momento no había lastimado Alemania, que hasta parecía más cómodo en su postura conservadora. Pero bastó que Wellen acelerara en el círculo, Rey le tocara el palo y así llegó el primer corner corto. Fue firme la defensa argentina en ese primer intento pero la nueva infracción motivó el nuevo fijo y allí Lukas Windfeder acertó. Con un tiro muy fuerte, bajo y a la derecha de Vivaldi superó la resistencia del arquero y puso el 1-0. Iban 19 minutos.
El gol sacudió emocionalmente el partido. Y los argentinos lo sintieron más, indudablemente. Cedieron la posesión -de todos modos terminarían el primer tiempo con una mayor cantidad de ingresos al círculo: seis contra cuatro- y, para colmo, Rey tuvo que salir lesionado en su brazo derecho (después reingresó pero había quedado tocado) cuando Wellen le tiró toda su humanidad encima. Alemania se quedó con un hombre menos por la tarjeta amarilla pero Argentina perdió por un largo pasaje a su tiempista de la mitad de la cancha y a una figura fundamental en su estructura.
En el arranque del complemento los argentinos buscaron pararse un par de metros más adelante en la cancha; ante esta actitud la respuesta fue un buen sistema defensivo, con sus hombres cerrando en diagonal ante el avance adversario y con todo Alemania convencido de que, sin la bocha, nadie podía estar delante de su línea. Así se hizo todo más cuesta arriba.
Y peor quedó la situación cuando a los 10 minutos se aumentó la diferencia en otro fijo, ratificando que en el hockey sobre césped moderno (casi) todo se define con esa jugada. Lo de los alemanes, en el tercer corto, fue una delicia, una auténtica jugada de pizarrón. La combinaron entre tres jugadores en la base y en el momento indicado el capitán Hauke buscó el desvío. Hubo dos hombres cara a cara con Vivaldi y fue Timm Herzbruch, finalmente, el que convirtió.
El equipo argentino empezó a caer en la desesperación, con protestas desmedidas y con descuidos ofensivos como ese por el que casi llega el tercer tanto luego de una larga corrida de Staib. Entre el palo y Vivaldi, Argentina siguió con vida.
Pero no por mucho más tiempo. Porque a los 17 minutos, en el cuarto corto, el ganador se puso 3-0. De nuevo Windfeder fue implacable en la arrastrada. Faltaba mucho todavía pero ya el partido pareció ser algo juzgado.
Es que no alcanzó la recuperación en el marcador y en el ánimo que significó el descuento. Fue cuando Argentina, al fin, encontró el corto. Se lo pararon con infracción a Casella en dos oportunidades. Y en la tercera, a los 22 minutos, al fin pudo vulnerar a Stadler.
Había todavía bastante tiempo por delante. Ocho minutos. Entonces hubo tres cortos más. Dos fueron para Casella y uno para el capitán Ibarra. Sin embargo, la defensa de los salidores frustró el nuevo gol.
Nada más quedó por hacer. Y el sueño tokiota terminó de esa manera, al mediodía y bajo un sol implacable. De ese modo, también, finalizó la increíble realidad de ser durante cinco años campeón olímpico. De estar por encima de todos. Ese cartel nadie se lo quitará al hockey argentino masculino. Y será un orgullo para siempre.

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