
A propósito del 17 de octubre, las condiciones materiales para la vida y el rol mediador del Estado.
Recuerdo hace unos años atrás cuando en mí familia se compró la primera heladera, estábamos todos muy contentos y mi mamá, con esa mezcla de sensatez y sabiduría con la que parece haber nacido, no dudó en dar la orden: había que ponerla en el comedor de la casa, ahí cerca de la puerta de entrada. Y se la veía desde la vereda cuando la puerta quedaba abierta.
Yo estaba en los últimos años de la secundaria y las imágenes son muy claras. La casa donde vivíamos, una vivienda social ubicada en un pequeño pueblo del sur de la provincia, tenía en la pequeña cocina –de dos metros por tres- un espacio rectangular para poner la heladera, con enchufe y todo listo. Era evidente que había que alojarla allí.
Pero no, la heladera blanca, con olor a nuevo, todavía con ese plástico que traen pegados los electrodomésticos, quedó en el comedor, cerca de la mesa y de la tele. Y cuando circulábamos por la casa para pasar del patio de adelante al de atrás, la mirábamos de reojo.
La heladera estaba siempre ahí, elegante. No era grande, sino todo lo contrario. Era de una sola puerta, un poquito más de un metro y medio de alto, de esas que traen el congelador adentro con una puertita de plástico. Pero a todos nos gustaba abrirla y sentir el aire frío que salía de adentro ¡Ah, los veranos a partir de ahí ya no fueron los mismos!
Pero, ¿por qué la heladera estaba en el comedor a la vista de todos y no en la cocina? La verdad que nunca le pegunté a mi mamá, pero creo saber la respuesta. Es más, hoy cada vez que voy a la casa de mi familia la heladera sigue ahí, en el mismo lugar. No es esa heladerita de una sola puerta, ahora es otra que tiene dos puertas y es más grande y enfría más.
Condiciones materiales de vida
La compra de un electrodoméstico ha sido siempre un motivo de celebración para las clases populares. Traer una heladera nueva, estrenar una tele en la mesita del comedor o instalar un lavarropas en el depósito de atrás, puede parecer muy simple a los ojos de aquellos que siempre han tenido acceso a las condiciones materiales de vida.
Pero para los que nos criamos acarreando agua en baldes para que nuestras madres puedan lavar la ropa a mano cada mañana, ver el lavarropas girar y escuchar el sonido del centrifugado era todo un entretenimiento que además transmitía un sentimiento de orgullo por lo nuestro, por nuestra familia.
Y ese sentimiento en muchas familias indudablemente remonta a los “años felices”, que en Argentina han ocurrido, primero, en los gobiernos peronistas de 1945-1955; y más cerca en el tiempo en los 12 años que abarca el período que va desde 2003 al 2015.
El consumidor obrero –la familia obrera– fue entre 1945-55 –y aún es hoy– el icono del movimiento peronista. El peronismo permitió a las amplias masas de trabajadores acceder al consumo de bienes y servicios, antes reservados para el disfrute de las clases más acomodadas.
En la creciente industria nacional que estimuló el peronismo en el inicio, sus primeros años de gobierno, posibilitó no solo la fabricación, sino que en la misma medida hizo posible el acceso a bienes durables como electrodomésticos.
Misma situación que ocurrió en la etapa kirchnerista, también a través del acceso a los créditos para el consumo y un enorme traspaso de recursos desde los sectores más concentrados de la economía hacia los de menores ingresos.
En ambas etapas se cumplió también con la lógica del disfrute del tiempo libre. Se democratizó el consumo de bienes culturales y el entretenimiento.
Rol mediador del Estado
Todo esto fue posible gracias al rol mediador del Estado en la economía, que impulsó una fuerte sindicalización obrera, aprobó nuevas regulaciones laborales (como el salario mínimo en el peronismo del ´45) y creó programas de asistencia social.
En eso, los números no mienten. Si volvemos a las heladeras, sabremos que hasta 1946, solo 1 de cada 28 familias argentinas tenían heladera en la casa. Pero para 1955 eso cambió: 1 de cada 6 hogares ya tenían heladera. ¿Cómo cambió tanto? En 1946 se fabricaban 12.000 heladeras en el país y para 1955 ya se fabricaban 152.000.
En estos tiempos donde se discute acerca del rol mediador del estado en la economía, es crucial tener en cuenta los diferentes períodos históricos por lo que atravesó la argentina. Sobre todo, para dilucidar entonces cuál es –sino esta- la forma de establecer las reglas de comportamiento de la sociedad, para propiciar no solo el crecimiento sino también considerando una mejora continua en la distribución del ingreso.
Cuadros
En esa casa de mis viejos hubo siempre muchas fotos de la familia, de los hijos. Esas fotos fueron aumentando en volumen a medida que llegaban los nietos. Estaban colgadas en las paredes o apoyadas en los muebles, en diferentes cuadritos de madera, de plástico o, simplemente, pegadas con cinta adhesiva.
Recuerdo especialmente dos cuadros, siempre ocupando un lugar central en el aparador marrón y blanco que estaba ahí cerca de la heladera. Uno era la foto en blanco y negro de un general del ejército, montado en su caballo “Manchita”.
Y el otro de una mujer joven luciendo orgullosa una sonrisa dulce y en la cabeza un rodete radiante en tonos amarillos. Son los mismos cuadros de Perón y de Evita, que aún hoy mantienen una presencia inmutable en ese mismo lugar.
Por Esp. Lic. Julio Gómez
Consultor político
juliogomezfsa@gmail.com