La historia detrás de Plata Dulce: secretos de la película que mejor refleja la bicicleta financiera argentina

Hacia fines de la década del ‘70, Argentina vivió una bonanza económica conocida como el “milagro argentino”. Este período, caracterizado por la apreciación del peso y una fiebre de consumo, fue denominado Plata Dulce. Sin embargo, esta prosperidad resultó ficticia, derivando en una crisis económica, social y política. El cine argentino no tardó en abordar esta época con una mirada crítica, y uno de los filmes más impactantes fue Plata Dulce, estrenado el 8 de julio de 1982.
La historia fue dirigida por Fernando Ayala, sobre una idea de Héctor Olivera. El guion lo escribieron Jorge Goldenberg y Oscar Viale. Los personajes fueron interpretados por Federico Luppi, Julio de Grazia, Gianni Lunadei, Alberto Segado, Nora Cullen, Marina Skell y Hernán Gené.
Precisamente, Hernán Gené, quien interpretaba a Lucho, el hijo del personaje de Federico Luppi en la ficción, habló con Teleshow desde Madrid, donde reside hace 27 años y se dedica a la actuación y dirección. “Tenía 22 años cuando filmé y el rodaje duró dos meses”, recordó el actor. “La película fue un éxito impresionante. Recuerdo la tensión de Fernando Ayala (director) y Héctor Olivera (productor) porque, si fracasaba, sería prácticamente el final de Aries, la productora cinematográfica”, añadió.
El momento histórico elegido por los autores para dar inicio a la historia fue el Campeonato Mundial de Fútbol de 1978, cuando la idolatría por el dinero había alcanzado contornos inusitados y los argentinos hablaban cotidianamente de plazos fijos, dólares y viajes al exterior.
“El filme se filmó durante la dictadura y había cosas que se podían decir y otras que no. Me acuerdo que con Julio De Grazia compartíamos las grabaciones y en los almuerzos nos explicaba con los saleros cómo debíamos combatir a los ingleses en la Guerra de las Malvinas”, contó el actor que hoy tiene 64 años. En este sentido, Gené -hijo del gran actor y dramaturgo Juan Carlos Gené- recordó cuando su padre de sangre tuvo que exiliarse en 1976, a tal punto que durante un periodo de tres años tuvo que cambiarse el apellido por De Lucca. Aquel joven vivía en el barrio porteño de Parque Chacabuco, donde a pesar de amar la actuación fue “obligado” por su madre a seguir una carrera universitaria y decidió inclinarse por el profesorado de Educación Física.
Amalgamando con equilibrio el testimonio con la tragicomedia y la sátira costumbrista, Ayala situó en ese contexto histórico a sus personajes protagónicos: Carlos Teodoro Bonifatti (Luppi) y Ruben Molinuevo (De Grazia), concuñados y dueños de una pequeña fábrica de botiquines llamada Las Hermanas.
Molinuevo representa al hombre simple, honesto, que se resiste al cambio. Bonifatti, en cambio, opta por la “nueva Argentina”. La llave mágica se la alcanza un compañero del servicio militar, convertido en jerarca de las finanzas, que lo invita a participar de sus negocios.
Con la asistencia de un “licenciado”, tan hábil como circunspecto, Bonifatti ingresa en ese mundo nuevo, que lo tienta y obnubila, empujándolo a soñar con un futuro brillante, a través de un presente de ejecutivo novato, pleno de satisfacciones materiales.
“¿Sabés lo que es realmente difícil, querido Bonifatti Carlos Teodoro? Es asumir que estamos entrando a un nuevo país. Pero a un país nuevo de verdad. ¿Me entendés? Se trata de un enorme cambio, porque estamos entrando al mundo”, con estas palabras Gianni Lunadei con su inefable personaje de Osvaldo Juan Arteche le ofrece dejar de lado su pequeña fábrica para dedicarse a negocios financieros mientras su ex socio Molinuevo se empeña en continuar con la fábrica pese a la grave crisis.
Al principio los hechos parecen darle la razón a Bonifatti cuando empieza a enriquecerse, obteniendo auto nuevo, casa nueva, crecidas ganancias y asume la gerencia general de un banco del grupo. Sin embargo, al poco tiempo se produce un hecho inesperado que cambia para siempre sus vidas.
Observado críticamente, Bonifatti reúne muchas de las condiciones del idiota útil que, sin percatarse del papel de rostro visible de la especulación que le fue adjudicado por dos empresarios con fines muy concretos, concluye destrozado, víctima de las circunstancias que lo desbordaron.

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