Mega fanatismo (por René Martínez)

Me figuro que te debates en medio de innumerables almas abatidas por el desaliento.
Bebes el agua clara y el pan blanco de la verdad eterna constituyéndote en maestro suyo y harás la obra más grande que pueda hacer una inteligencia encarnada sobre la tierra: iluminar el pasaje de las multitudes para que encuentren su verdadero camino y marchen por él. ¿De qué y porqué sirven los tiranos, los déspotas y los opresores de los pueblos? De la ambición de unos pocos y de la ignorancia de todos los pueblos subyugados por vaniloquios.
Demos a los hombres de la actualidad la lámpara de la verdad eterna, encendida por el creador para todas las almas y haremos imposible la tiranía, los despotismos, abortos nefandos de las fuerzas del mal predominante por la ignorancia de las multitudes.
«Haceos superiores a los adversarios por la grandeza moral que se conquista acercándose el hombre a Dios. Amor que le da la vida y cuando bueno y bello tiene ella».
El hombre suele fanatizarse por personas a quienes endiosa por cosas a las que atribuye un valor del cual carecen y por ideas políticas y religiosas.
El fanatismo que es un estado enfermizo, casi siempre es provocado y explotado en beneficio propio por quienes hacen del fanático un instrumento dócil para lograr sus fines megalómanos.
La ceguera del apasionamiento fanático crea antagonismos y separaciones que traen las más graves consecuencias.
Largas y sangrientas luchas, enconadas persecuciones han sido sustentadas por el fanatismo, que al exaltarse paroxísticamente, limita afectos y bellos sentimientos, haciendo su catarsis en odios del averno.
De todos los casos, desafortunadamente harto frecuentes, el fanatismo religioso es el menos explicable. El fanático religioso pretende defender la divinidad, la propia fuente del amor pisoteando el mandato ineluctable, cuyo apotegma enfatiza: «Amaos los unos a los otros» que es esencia de la verdad, en todas las religiones y ley a cuyo amparo solamente podrá el hombre «encontrar» la ansiada paz y la felicidad, exentas de beatos y rituales murrios…

Ismael René Martínez

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