Narciso Ibáñez Menta y su legado en el terror: El Pulpo Negro resurge después de 40 años

Los primeros acordes de la cortina musical ya sonaban aterradores. Una cadencia de suspenso anunciaba lo que vendría en letras blancas: “Telearte S.A. presenta a Narciso Ibáñez Menta en El Pulpo Negro”. El preludio de una hora terrorífica en la que su protagonista usaría todos los recursos teatrales para hacer saltar hasta el más valiente de su silla con sus gestos, su voz, su andar y algunos efectos especiales que, a la distancia, se ven bizarros, pero que en contexto sumaban a la escena.
Corría el año 1985 y con el retorno a la democracia comenzaban a proliferar todo tipo de producciones, desde noticieros con móviles recorriendo el país hasta películas y telenovelas. Y Canal 9 Libertad, que por aquel entonces era comandando por Alejandro Romay, era bandera de las ficciones. El Pulpo Negro solo estuvo al aire dos meses —entre mayo y julio de aquel año—, pero le alcanzó para convertirse en una pieza de culto. De hecho, casi 40 años después fue rescatada del arcón de los recuerdos, remasterizada y subida a YouTube en cuotas, de a un capítulo, generando expectativas en redes sociales desde donde se sumaron televidentes nostálgicos, que por ese entonces eran pequeños y no tenían permitido ver el programa o gente joven que movida por la curiosidad decidió buscarlos y verlos por primera vez.
La historia está anclada en el género policial, pero tiene muchos matices. En la ficción, Héctor de Rodas (Ibáñez Menta) es un supuesto escritor de novelas policiales que asegura que necesita reunir material para escribir un libro llamado Teoría y práctica del crimen perfecto, basado en la premisa de que si está bien perpetrado el asesinato, nada liga a las víctimas con sus ejecutores. Aunque en realidad, lo que tiene previsto es un plan macabro para llevar a cabo una ola de asesinatos en serie.
Para tal fin, averigua los antecedentes criminales de cuatro personas aparentemente respetables, los sienta en una larga mesa y los extorsiona para armar un grupo de sicarios: Guevara (Héctor Biuchet), Méndez (Osvaldo Brandi), Velázquez (Ariel Keller) y Duarte (Juan Carlos Puppo). Junto a su secretaria Marta (Beatriz Día Quiroga) los contrata para matar a personas elegidas al azar, que no se conocen entre sí, intentando demostrar que nada une una muerte con otra, salvo por un pequeño detalle, un pulpito negro de goma que dejaban sobre el cadáver a modo de sello.
Cuenta la leyenda que Romay era fanático del terror, lo paranormal, los espíritus y los extraterrestres, y mucho de estos temas los fue mechando en su programación, ya sea de la mano de Chiche Gelblung y las autopsias a un marciano; de la persecución de objetos voladores no identificados de José de Zer o las constantes participaciones de Fabio Zerpa. Pero antes, por los años ochenta, convocó a Ibáñez Menta que volvía de hacer algunas cosas en Madrid. Lo último que había realizado en Argentina fue la película Hay que matar a Drácula, junto a Gianni Lunadei.
Con la venia de Romay, Narciso convocó a Luis Murillo, un guionista español con el que, durante tres meses, discutieron y mantuvieron una comunicación fluida a través de los guiones que se enviaban cada semana vía Aerolíneas Argentinas. Pero cuando el producto quedó como esperaban y los autores dieron luz verde, no todo salió cómo estaba previsto.
“El canal no cumplió con lo que les había prometido para esas grabaciones. Hubo efectos que no se pudieron hacer. Narciso quería presentar al personaje, poniéndonos a los que íbamos a ser los asesinos alrededor de una mesa muy larga que, de pronto se abría, para que él apareciera de pie. Era un efecto que él amaba hacer y que no pudo concretarse. Cuando fuimos al primer ensayo de El pulpo, todos en el elenco teníamos en nuestra mesa el libreto porque creíamos que íbamos a leer, pero Narciso no lo tenía. Y entonces hizo el capítulo de memoria”, recordó Juan Carlos Puppo en el documental Nadie inquietó más, de Gustavo Leonel Mendoza.

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