Natalia Oreiro, íntima: los secretos de ¿Quién es la Máscara?, su vínculo con Wanda Nara y una anécdota imperdible con Robert De Niro

La actriz se prepara para debutar en la televisión argentina y se entusiasma con un proyecto en el que disfruta de ser ella misma. Las dudas iniciales, la pregunta de su hijo que la ayudó a decidirse y la fantasía de ser anónima por un día
Mujer orquesta, artista multifacética, mamá full time, Natalia Oreiro se prepara para un nuevo desafío en su carrera. Desde este lunes se pondrá al frente de ¿Quién es la Máscara?, el exitoso formato probado en 50 países que se verá por Telefe. Será el estreno de la uruguaya en la conducción en la televisión argentina, un rol para el que la habían convocado en diferentes oportunidades para el que sentía que no estaba preparada. Hasta que ese día llegó.
Con los nervios propios de cada estreno, aún con su probado oficio en el camino recorrido, Natalia se sienta con Teleshow y cuenta su fascinación por el rol que la espera y que comparte con su hijo Atahualpa. El niño se declaró fan del formato a primera vista y la ayudó a disipar las últimas dudas antes de aceptar la propuesta, que le permite jugar y divertirse sin descuidar el profesionalismo extremo con el que encara cada uno de sus proyectos.
Aquí la secundan un equipo de investigadores -Wanda Nara, Lizy Tagliani, Roberto Moldavsky y Karina La Princesita-, quienes buscarán descubrir qué famosos se esconden detrás de las máscaras. Un desafío que trastoca las leyes de la farándula y pone a prueba los egos y las vanidades. Y eso le encanta.
Durante la charla Natalia hablará de la importancia de estar a la altura profesional y estética, de los fabulosos looks que prepara para cada programa y de su comentada relación con Wanda. Y en su relato se suceden anécdotas vinculadas con personalidades como Whitney Houston, Eduardo Galeano y Robert De Niro, en los que deja entrever su espontaneidad y su alma sensible y tímida, y con la que se va a presentar ante cada máscara en el big show: “No tengo que ser otra persona como cuando actúo, tengo que ser yo dentro de un formato. Y ese es el desafío”, se entusiasma.
—¿Cómo palpitás este debut como conductora en Argentina?
—Para mí sigue siendo algo completamente nuevo e inesperado. Un desafío que la vida me puso en este lugar y tengo que divertirme. He tenido grandes desafíos, pero este es un rol completamente distinto que hago con mucha responsabilidad. Soy de las que vienen primera y se va última, tengo formación de actriz con toda esa parte metódica. Pero al mismo tiempo me doy cuenta de que tengo que lograr disfrutar el ser yo, ser espontánea con lo que va sucediendo. Y también correrme del lugar de personaje, porque los personajes son los otros. Los protagonistas son las máscaras y Lizy dice algo que me parece genial: este debe ser el único programa en el mundo donde las personas famosas no quieren ser descubiertas ni reconocidas por el público ni los investigadores para continuar en el programa. Porque si los descubren, pierden. Y ese es el resumen del programa.
—La última vez que charlamos fue por el estreno de Santa Evita y hablamos de esta búsqueda para tus trabajos: cosas que te gusten, que te conmuevan, que lleguen en el momento indicado. Y me contabas que a veces se vuelve difícil porque vas probando cosas que te van gustando, y una era la conducción. Y hoy te veo tan contenta en este rol.
—Estoy contenta porque es re lindo, es un grupo humano precioso. Y porque me llegó esta oportunidad ahora en Argentina cuando tengo cierta experiencia por haberlo hecho en Uruguay, donde hice tres temporadas de Got Talent y una de La Voz. Antes no me hubiera animado, de hecho me habían ofrecido en Telefe ser conductora hace un montón de tiempo.
—¿Qué te habían ofrecido?
—No, no te voy a decir.
—(Risas) De chusma.
—No, en general no cuento las que digo que no.
—¿Te arrepentiste de algo a lo que hayas rechazado después, cuando lo viste al aire?
—No, me pongo contenta cuando las cosas están buenas y suceden. Cuando dije que no a ese proyecto fue porque yo no soy conductora, no me formé para eso, siempre pensé que iba a ser actriz y la música, obviamente, es parte de mi vida. Cuando me llamaron de Uruguay en el medio de la pandemia, que todos los proyectos como actriz y como cantante se quedaron en stand by, sentí que era el momento de tirarme a la pileta. Y la verdad que me encantó.
—Vos llegás a la grabación sin saber quién es el personaje detrás de la máscara.
—Yo no lo sé, ni los investigadores, ni la mayoría del equipo: solo cuatro o cinco de la producción lo saben. Es toda una logística súper divertida para trasladarlos porque los va a buscar una persona que tiene un contrato de confidencialidad. Se tiene que poner la máscara. Lo llevan a otro lugar. Se sube a otro lado. Luego llegan acá con la máscara, con el buzo que dice “No hables conmigo”, lo meten en un lugar y lo dejan ahí.
—O sea, todo eso sucede realmente, no lo vimos solo en la promo.
—Es que eso es parte del protocolo del programa y lo que hace que funcione. Yo hago este programa básicamente porque cuando me mostraron cómo era, me encantaron los trajes. Mi hijo Ata estaba conmigo, vio un pedacito y me preguntó si iba a hacerlo. “¿Te gustaría que mamá lo haga?”, le pregunté. Y me dijo que sí. Es muy lindo poder hacer un programa que pueda ver toda la familia, un programa alegre, de luz, de colores, y para jugar, porque en la casa la gente va a hacer lo mismo que hacen los investigadores y que hago yo, que inevitablemente quiero saber quién está abajo de la máscara todo el tiempo. Se me acercan, trato de mirar a ver si los descubro. Y Ata me decía: “¿Cómo no sabés? ¿Nadie sabe? ¿Pero cómo hacen?”. Y de verdad: nadie sabe. Esa es la magia también.
—Qué lindo hacer un programa que le guste a tu hijo. Con lo que cuesta que hoy un chico tenga ganas de mirar televisión porque los lenguajes son otros, porque en general se enganchan con otro tipo de plataforma.
—La tele cambió mucho. Hoy no solamente podés ver el programa en el momento la tele, sino que lo podés ver gratis en Pluto al otro día. Yo soy bicho de televisión y obvio que quiero verlo en el vivo, pero comprendo que muchas personas lo vean en otras plataformas. Lo interesante es que se vea: prender la tele y que no sean todas pálidas y bajones para mí es un montón. Vos te das cuenta cuando tus pares se ríen de lo que sucede y con los investigadores te morís de la risa: tienen unas salidas que no las podés creer.
—¿Cómo te llevas con ellos?
—Son increíbles.
—Se dijo en algún momento que había mala onda con Wanda.
—Sí, pero no entiendo, nada que ver. Lamento que digan eso y me dio mucha pena porque no es verdad y me encantaría que hablaran de las cosas lindas. Ella es muy espontánea, es muy fresca, y el dúo que arma con Lizy es para alquilar balcones. Moldavsky, Karina y yo nos quedamos mirándolas porque son muy rápidas. Lizy tira una, Wanda se la agarra, Lizy le contesta, y nosotros nos miramos: “¿Esto va a salir al aire así? Por favor, déjenlo”. En el primer programa hay unas perlitas que si las ensayás, no te salen.
—Vi que cuando llegaste a la entrevista saludaste uno por uno a los que están trabajando en el estudio.
—Eso lo hago con mi equipo todos los días cuando venimos a grabar.
—Bueno, pero no todo el mundo lo hace.
—Ah, no sé lo que hace todo el mundo. Pero para mí, estamos haciendo lo mismo en diferentes roles.
—Pensando en eso, ¿no te permitís ningún divismo?
—A mí me cuesta decirle trabajo a esto, pero es mi trabajo. Vivo de esto. Pero es tan maravilloso que a veces me cuesta hacerme cargo. Vengo a trabajar y me gusta saludar y que me saluden. En definitiva, todos estamos haciendo un mismo proyecto, lo que cambian son los lugares: a mí me maquillan, me peinan, me ponen ropa divina y tengo un rol, pero después, si no tuviera la luz, la cámara, al periodista, a la maquilladora, al peluquero, no podría trabajar nunca. Para mí es algo natural. Hacía mucho que no estaba en Telefe y la mayoría del equipo son con los que comencé en Muñeca brava, que después hice Cachorra, El deseo, un montón de cosas. Y claro, el vínculo que tengo con ellos es como si tuviéramos 25 años menos. Nos acordábamos cuando nos íbamos a Gualeguaychú o nos escapábamos al boliche La Mónica, o hacíamos fiestas en casas. Ese es el vínculo que tengo con ellos: un encuentro de pares en el que pareciera que el tiempo no hubiera pasado, y cuando sucede es re lindo.

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