Una llamativa tendencia comenzó a observarse y a consolidarse en el país y el mundo en relación con los productos básicos, los precios y el gasto a la hora de ir al supermercado. De qué se trata y a qué hay que prestar atención.
La inflación es un fenómeno conocido en la Argentina para prácticamente para todos los consumidores. Las fluctuaciones y alzas en los precios de los alimentos y productos básicos ya no son una sorpresa.
Sin embargo, una llamativa tendencia comenzó a observarse y a consolidarse en el país y el mundo. Y afecta directamente a los precios de los esenciales del supermercado. Tiene que ver con un aumento de precios más rápida en los artículos más baratos que en los más caros.
Un reciente informe elaborado por la consultora Focus Market describen este fenómeno y le pone nombre: «Cheapflation». En el análisis se detalla la tendencia a las subas de los productos esenciales en las marcas más económicas y cómo afecta a los argentinos que las consumen.
La inflación en la Argentina sostuvo en los últimos meses una clara tendencia a la baja. El índice de los alimentos y bebidas no alcohólicas en octubre fue del 1,2%, según el INDEC. Anotó así su menor registro mensual desde junio de 2020, cuando fue 1%.
Sin embargo, comenzó a darse, de forma paralela una tendencia que impacta en los precios y lleva a que muchos argentinos gasten más. Se trata de la «Cheapflación» o «Cheapflation».
«Es un fenómeno global que consiste en una subida de precios más rápida en los productos más baratos que en los productos más caros. Sería como el fantasma de los ‘low cost’ de consumo masivo. Lo más barato cada vez cuesta más caro», sintetiza el informe. El trabajo realizado por la consultora a cargo de Damián Di Pace releva los datos a partir de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Según el detalle, la inflación global en alimentos se acelera y acumula desde 2020 un 22,43%, lo que se debe a las condiciones meteorológicas adversas, como sequías, inundaciones e incendios y las dificultades macroeconómicas, como la guerra de Ucrania-Rusia, la pandemia de COVID-19, la demanda global y recuperación económica desigual.
Sin embargo, esto no se traduciría en una baja en las compras. «A pesar de este fenómeno, esto no inaugura el fin de los super y productos low cost, sino quizás todo lo contrario», explica el economista Damián Di Pace, Director de la consultora.
«En el siglo XIX el economista escocés Robert Giffen observó que, en la crisis de precios a pesar de aumentar el precio de las patatas, el consumo entre la población pobre seguía creciendo. Es lo que hoy conocemos como ‘bienes Giffen o efecto Giffen’, se produce cuando los consumidores de nivel socioeconómico bajo priorizan poder comprar cantidad frente a calidad», ejemplifica. «En el caso de Argentina, este fenómeno se da por excelencia. Si bien, por ejemplo, el precio de la carne en nuestro país fue uno de los productos que menos aumento a lo largo del año, cae su nivel de consumo respecto de los fideos o arroz», detalló Di Pace.
«Como consecuencia del fenómeno inflacionario, los productores, tanto en Argentina como en el mundo, se ven obligados a utilizar técnicas como la sustitución de las materias primas en el proceso de fabricación por otras más baratas y de peor calidad con el objetivo de mantener los precios o al menos subirlos moderadamente para mantener las ventas», indican en la consultora.
Por eso, la calidad baja, pero se paga el mismo precio, e incluso más. «Precisamente en Argentina, con motivo de mantener las ventas, las marcas y cadenas de supermercados ofrecen distintas formas de financiamiento o promociones como los ‘3×2’ o descuentos en la segunda unidad», apunta Di Pace.
«Si bien pareciera ser algo positivo para el consumidor, las personas en situación de vulnerabilidad no pueden aprovecharlos dado que, con un país con 52,9% de pobres, las compras mensuales, se vuelven semanales o incluso diarias comprando lo justo y necesario», se explaya sobre el fenómeno.
Además, destaca que esas compras se hacen en autoservicios o despensas en vez de en los hipermercados, «porque el costo de desplazarse en transporte público con demasiadas bolsas es más alto».
Esto, redunda en un aumenta del gasto para esos consumidores, ya que, en base a los datos, se paga hasta un 50% más en autoservicios que en los hipermercados, como lo es en el caso de los fideos, que se consiguen a $ 1199 en hipermercados y a $ 1800 en autoservicios.
En base al informe, también se destaca que, con este fenómeno, la brecha entre primeras y segundas marcas se vuelve «pequeña o incluso negativa». Ya que, como se busca aumentar las ventas, para evitar el sobrestock y el vencimiento de los productos.
«Así tenemos descuentos en primeras marcas del 20%, 30%, 40% y hasta 50% en días específicos de la semana, haciendo que la diferencia con las segundas marcas sea negativa», remarca Di Pace.
Por ejemplo, en «Arroz y legumbres» muestran una diferencia negativa del 29,43% entre la primera y segunda marca, con un precio de $ 1199 y $ 1699 respectivamente.
Lo mismo ocurre con los lácteos. «Tenemos hasta 30% de descuento en primeras marcas; en gaseosas tenemos ofertas de ‘3×2’ o ‘6×4’; 20% de descuento en distintos cortes de carne; entre otros», se extrae del análisis.En el mismo sentido, los grupos perjudicados vuelven a ser lo que tienen mayores dificultades a la hora de hacer las compras y sin posibilidad de financiamiento.
Por lo tanto, la «Cheapflation» se convierte en una estrategia cada vez más utilizada por las empresas para hacer frente a la presión inflacionaria. «Desde el lado de los consumidores, hay que entender cómo y cuándo ocurre este fenómeno para tomar decisiones de compras más informadas», remarcan en Focus Market.
Pese al desplome, los productos más baratos suben más que los caros: el inédito fenómeno
Comentarios Facebook