«Quiero retirarme con algún buen torneo, logrando algo importante y cerrar el círculo»

El gimnasta, finalista olímpico en Londres 2012, las rebuscó sin torneos ni clases y además de realizar cambios en su vida personal, vendió equipamiento deportivo y armó olimpiadas virtuales sin descuidar a un merendero al que brinda asistencia.
Federico Molinari arrancó el 2019 como quería, en lo que vivía momentos finales de su carrera como el había planeado, con la medalla de bronce en los Panamericanos de Lima comenzó por cerrar el círculo y por eso, en medio de los festejos, se atrevió a pedirle matrimonio a su esposa Paula.
A principios de marzo, el atleta de 36 años disputaba dos Copas del Mundo, en las que buscaba su última chance para llegar a Tokio, cuando el Covid-19 hizo su aparición.
Y, como le sucedió al mundo entero, el virus le trastocó la vida. El santafesino debió reinventarse -y achicarse- para sobrevivir, luego de suspenderse las competencias y tener que cerrar las tres sucursales de su escuela de gimnasia.
Pero fiel a su carácter, el especialista en anillas no frenó con su vida e ideas, se mudó a una casa con un alquiler más barato, se puso a vender el equipamiento deportivo de un sponsor y presentó un proyecto a un municipio para organizar unas olimpiadas virtuales.
Todo esto le permitió capear el temporal económico que desató la pandemia pero, además, le quedó tiempo y energía para seguir de cerca el proyecto social que eligió en el programa Huella Saint Gobain, la mejora de infraestructura del merendero Sueños de Dios, en el barrio Bancalari, en Tigre.
“Cuando cerramos las escuelas, el 19 de marzo, al principio pensamos, como la mayoría, que esto duraría unas semanas, pero al mes nos dimos cuenta que venía para largo y lo primero que hicimos, aprovechando que se nos terminaba el alquiler, fue mudarnos. Luego nos achicamos en los servicios y después empecé a vender equipamiento deportivo, algo que se puso de moda con la gente entrenándose en las casas», comentó Molinari.
«Tuve más de 100 pedidos, pero fue estresante porque había poco stock. Igual, seguimos porque teníamos alquileres y sueldos (de profesores) que pagar y la recaudación había bajado muchísimo porque pasamos de 400 alumnos a 50 chicos a través de la plataforma Zoom… Fuimos tapando agujeros y zafando, pero no resultó nada fácil”, agregó el atleta.
Luego, viendo a sus hijos y alumnos, el rosarino se dio cuenta de que pasaban demasiado tiempo frente a las pantallas -sean TV, tablets o celulares- y así pensó en un torneo virtual de gimnasia, aunque luego lo hizo con otros deportes. «Fede» decidió hablar con otros referentes de distintas disciplinas y lo presentó en el municipio de San Isidro, el cual fue aprobado.
De esas pruebas «olímpicas» participaron 2000 chicos, con streamings en vivo y gran movida en redes sociales.
“Las familias se prendían a ver a sus hijos, primos o nietos. Y se sumaron embajadores de cada disciplina: Seba Crismanich en taekwondo, Paulita Pareto en judo, Yas Nizetich en vóley, Santi Alvarez y Rodrigo Etchart de los Pumas, Abigail Magistrati en gimnasia y hasta Santi Lange en una novedosa competencia de vela virtual. Nos sirvió como una nueva fuente de trabajo y también para sacar a los pibes de las pantallas”, cuenta.
Ahora, abrió dos de sus academias, en Don Torcuato y Caseros, en las que tiene espacio al aire libre. “Son clases más personalizadas, con un profe cada cuatro alumnos. Pero fue una alegría, para nosotros y para ellos, luego de cinco meses. Verlos socializar y empezar a moverse les cambió el humor”, resalta el de San Jorge, quien a la vez también se entrena para estar listo cuando vuelvan las competencias.
“Quiero retirarme con algún buen torneo, logrando algo importante y así cerrar el círculo”, admite.

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