
En la arena política, los límites de la acción deben estar claramente definidos por principios éticos y morales.
La política, en su esencia más pura, es la búsqueda del bien común, y esta noble misión jamás debe comprometerse por intereses personales o actos irresponsables.
Este principio se hace más relevante a la luz de eventos recientes que han demostrado cuán frágil puede ser la línea entre la crítica política legítima y el oportunismo.
Recientemente, una dirigente de la oposición, activa en redes sociales, aprovechó una descompensación del gobernador Gildo Insfrán durante el acto de aniversario de la provincialización de Formosa para ganar visibilidad.
A pesar de que el gobernador se recuperó rápidamente y se encuentra en perfectas condiciones, la conducta de esta dirigente opositora evidencia una falta de ética y respeto.
Es fundamental recordar que muchos pensadores, desde la antigüedad, han vinculado la política con la moral y la ética. Uno de los conceptos más relevantes en este ámbito es el imperativo categórico, propuesto por el filósofo alemán de la Ilustración, Immanuel Kant.
Este principio ético establece que el ser humano debe actuar como fin en sí mismo, no como medio. En otras palabras, nuestras acciones deben estar basadas en la necesidad moral, no en intereses personales o motivaciones empíricas.
Las características del Imperativo categórico se definen por: universalidad: el imperativo categórico se aplica a todos por igual, sin excepciones.
Racionalidad: se fundamenta en la razón y la voluntad libre.
Autonomía: no depende de religión, ideología o intereses externos.
No instrumentalización: no debemos usar a otros como medios para nuestros fines.

Por ejemplo, si encontramos una billetera perdida en la calle, el imperativo categórico nos diría que debemos devolverla al dueño, no por esperar una recompensa o por miedo a ser castigados, sino porque es lo correcto en sí mismo.
El ejemplo de Gildo Insfrán
El gobernador Insfrán ha demostrado un compromiso constante con los valores de solidaridad y humanidad, extendiendo su apoyo a todos aquellos que han enfrentado dificultades de salud, independientemente de sus afinidades políticas.
Muchos de sus adversarios políticos pueden testimoniar su apoyo en momentos críticos, lo que resalta su profundo humanismo.
Un ejemplo de ética es la que muestra el gobernador Insfrán, quien no exhibe ni expone la atención de excelencia que recibió una dirigente de la oposición en el hospital Evita el sábado pasado, ni la de un comunicador social opositor a quien también se le brindó absolutamente todo cuando tuvo una enfermedad grave.
La acción oportunista de criticar a un adversario político aprovechando su estado de salud no solo es moralmente cuestionable, sino que también demuestra una falta de empatía y respeto por la dignidad humana.
Este tipo de conducta erosiona la confianza pública en el sistema democrático y contradice los principios del imperativo categórico.
Conclusión
La política debe ser una práctica guiada por principios éticos sólidos. La búsqueda del poder no puede justificar cualquier medio para alcanzarlo.
Los dirigentes políticos tienen la responsabilidad de actuar con integridad y respeto, promoviendo un discurso constructivo y humanista.
El imperativo categórico de Kant nos recuerda la importancia de actuar basándonos en principios universales y la buena voluntad, sin considerar intereses personales.
Es imperativo que todos los actores políticos reflexionen sobre los límites de sus acciones y el impacto que estas pueden tener en la sociedad.
La política, en su esencia, debe ser una fuerza de construcción y no de destrucción, de unión y no de división. Debe ser un ejercicio de humanidad y respeto hacia todos, sin excepciones, en línea con los valores del imperativo categórico y la ética deontológica moderna.
Dr. Carlos Alberto Roble