Patinó, River. Justo después de su semana perfecta, “mágica” según el deté por el enorme triunfo en el superclásico y el pase a semis en la Libertadores, no pudo terminar de redondearse a niveles ideales. Porque el “accidente” de Paulo Díaz, combinado con una infrecuente falta de efectividad, terminaron siendo determinantes para que Talleres terminara festejando el triunfo y su buen posicionamiento en el campeonato y el local, con la sensación de que mereció conservar su invicto con MG.
Porque lo que le costó desde el inicio por falta de conexión entre líneas y lentitud para saltar la presión, en River afloró en el segundo tiempo. Especialmente en el sprint final, que terminó siendo un bombardeo con destino al arco (excelentemente) defendido por Guido Herrera. Un bombazo en el travesaño, un penal en movimiento que se fue por arriba, un tiro de Borja casi dentro del área chica que el arquero sacó a puro reflejo, centros que por poco no llegaron a destino, desbordes continuos… El local hizo lo necesario para quedarse al menos con un empate que lo hubiera mantenido en la pelea por el campeonato, e igualado con Talleres en la General, el puente a las competencias internacionales 2025.
Si el partido cambió su impronta fue porque Gallardo tuvo lucidez para detectar los problemas de dinámica de River. El DT retocó las bases e incluyó a jugadores que pudieran ser incisivos en pos de aprovechar que el rival había hecho un gran desgaste en el primer tiempo. Así, un Mastantuono, vertical y punzante le dio otro aire a un local que empezó a acorralar a su rival y le modificó su fisonomía: pasó de morder en todos lados a sólo acumular gente en defensa.
Ese ajuste surtió efecto. Las situaciones decantaron por velocidad en los manejos de la pelota y superioridades numéricas que fue logrando River en el medio para soltarse por afuera: Acuña pudo lanzar varias veces y Solari -en un cambio por Bustos que dejó al equipo 3-2-4-1 por algunos minutos- hizo los méritos suficientes para sumar en el ranking de asistencias. Pero la cuestión a resolver, a fin de cuentas, estaba dentro del área.
Porque el grito que se les había negado dos veces a los hinchas en el primer tiempo (atajadón de Herrera a Borja y mala definición de Nacho Fernández), tampoco llegó en el segundo pese a los aguijonazos constantes. No lo consiguió un Diablito Echeverri que elevó demasiado su tiro, ni Mastantuono con un tiro libre que salió demasiado al medio, ni Colidio tras un centro filoso de que por (muy, pero muy) poquito no llegó a empujar.
Y entonces, ese error no forzado de Paulo Díaz -un zaguero que además de la patinada previa al 0-1, estuvo impreciso en pases sencillos- terminó siendo el break point del partido.
Una pifia bien capitalizada por Talleres cuando apenas iban 11 minutos. Y que el equipo del Cacique Medina -quien dirigió a control remoto por su suspensión- supo sostener en el Monumental: a pesar de que fue decayendo por cuestiones físicas, complicó al local. Porque Portilla y Ortegoza configuraron un buen tándem en el eje, bloqueando todo tipo de intento de juego claro. Y porque a ellos dos se les sumó un Botta que no solo cortó, sino que hizo correr muchas veces hacia atrás a Nacho y Lanzini.
Así justificó una victoria sostenida vía Herrera en el segundo tiempo. Que le permitió a Talleres posicionarse bien arriba, y de la que River deberá rescatar aspectos positivos: más allá de la pérdida del invicto, este equipo en crecimiento tiene que valorar el haberse podido levantar después del 0-1 y el haber peloteado durante un largo rato a uno de los mejores equipos del fútbol argentino.
River: un blooper, muchas chances perdidas y chau invicto con Gallardo
Comentarios Facebook