Se hizo pasar por amigo de Ricardo Darín para seducir a una joven y el actor le siguió el juego

Un par de años atrás una marca de cerveza convocó a Ricardo Darín para filmar un aviso. Allí, una de las grandes estrellas del cine nacional (para muchos, el mejor de todos) se hacía pasar por «un hombre común». Amparado por unos anteojos de sol estridentes y con la solapa del sobretodo hacia arriba, Darín pretendía no ser reconocido al caminar por la Avenida Corrientes. Iba en búsqueda del trago de la cerveza de esa marca, claro, para disfrutarla como cualquier otro comensal anónimo en una pizzería céntrica. Y lo logrababa… a medias: al final, era descubierto.
Ventajas y desventuras de la fama y el anonimato: por estos días podría haberse rodado la segunda parte de esa recordada publicidad, aunque cambiándole en gran parte el argumento. Un muchacho desconocido -uno más de la furiosa Buenos Aires, un hombre común– tiene una cita en un bar. La timidez, algún que otro tropiezo inicial, los nervios: el encuentro no sucede como él lo desea. La joven a quien pretende seducir no parece demasiado interesada. Sentada enfrente suyo, en realidad se ubica cada vez más lejos de su alcance. A esa altura, una quimera. O parafraseando el último filme de Darín –La odisea de los giles–, una odisea en la que cualquiera -ante el fracaso rotundo- se siente un verdadero gil…
Y en eso estaba el muchacho, buscando la salida a ese entuerto amoroso (o que pretendía serlo, más bien), cuando ve que Darín ingresa al lugar. En un rapto de inspiración se juega una última carta, apelando a la fama del inesperado vecino de mesa: «¡Richard! -primer acierto: improvisar el apodo, denotando cercanía-, ¿leíste lo que te mandé?», le dice el joven al actor, guiñándole un ojo casi como un ruego. Y Ricardo -que tiene más kilómetros cuadrados de calle que metros de celuloide de películas filmadas- comprende de inmediato: «¡Sí! ¡Mañana te llamo!», responde con naturalidad.

¿El final de esta historia?

Digamos que luego de ese café, los jóvenes terminaron protagonizando un filme romántico, gracias a la indispensable asistencia del protagonista de El secreto de sus ojos.
La anécdota -sin revelar los nombres- fue contada por el afortunado en Twitter, y corroborada por el propio Darín ante la consulta de otro seguidor: «¿Es verdad esto? ¿Podés ser tan genio?». «¡Jajaja! Algo debés tener, ¡no te me tires tan abajo! -alentó Ricardo desde la cuenta donde usa el seudónimo Bombita, por su recordado personaje en Relatos Salvajes-. Igual, ¡me debés una!». Y, sí… Cuanto menos, que lo invite a un café. O a una cerveza bien helada.

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