Silvio Soldán: «Que la gente no me haya condenado socialmente fue un alivio»

Alejado de los medios masivos de comunicación que lo llevaron al éxito, Silvio Soldán sigue activo animando fiestas de casamientos y aniversarios en los que recrea las prendas y el cofre de la felicidad de Feliz Domingo, lo que lo hace inmensamente feliz.
En una charla íntima con Infobae, el histórico presentador, nos recibió en su amplio departamento del barrio de Belgrano, inundado de recuerdos, fotos y reconocimientos.
Con el carisma intacto y su voz única, abrió su corazón y habló de su presente laboral, de la relación que mantiene hace años con una admiradora 31 años menor que él, del vínculo con sus dos hijos y del recuerdo de sus padres. También confesó cuál fue el minuto que le cambió la vida. Se define como un tipo que no odió a nadie, que solo trata de hacer feliz a los demás.
Verlo es sinónimo de alegría, entretenimiento y también de escándalos: “No tengo rencor. A la gente que me hizo daño le deseo que le vaya bien”, repite. Hoy, lejos ya de esto último, a los 86 años, Soldán disfruta del reconocimiento de sus colegas, de su trabajo y, especialmente, del afecto de la gente: “Yo no hago manifestaciones políticas porque quiero que la gente me siga queriendo”.
—¿En qué momento de su vida se encuentra?
—Me encuentro en un hermoso momento de mi vida. Superé la pandemia que nos complicó la vida a todos y, a mí, mucho más que a otros porque yo vivo solo, no sé cocinar nada, me tenía que hacer la comida. Caminaba por las paredes en el departamento. Pero pasó la pandemia y de repente hubo como una especie de resurgir, me entraron a llamar de cuanto programa de televisión y radio a vos se te ocurra, me entraron a hacer ofertas para televisión. Pero todos los días, hasta el día de hoy.
—En algún momento de la pandemia, que todavía estamos transitando, ¿tuvo miedo a tener COVID?
—Lo que me pasa a mí le debe pasar a casi todos los habitantes del país o del planeta, cualquier cosa que te pase vos te preguntás: “¿No será COVID?”. Cosas que no tienen nada que ver, te duele un brazo, qué sé yo, ¿no será COVID? Porque además son tantas las manifestaciones de esta enfermedad maldita que todo puede estar relacionado. Por suerte nunca fue COVID, hasta ahora.
—¿Cómo nació la idea de autogestionarse su propio Feliz Domingo?
—Durante muchísimos años, a los animadores que se ponían de moda los contrataban para la fiesta de los ferreteros, la fiesta de los farmacéuticos, la fiesta de no sé qué. Un día me contratan y me dijeron que tenía que hacer una pregunta a unos participantes, sacar unos números y que habían hecho como un cofre de la felicidad. Bueno, lo hice. Ni me acuerdo bien cómo fue tampoco, una cosa muy simple. Pero fue un golazo impresionante. Dije: “Esto tengo que hacerlo siempre”. Y a partir de ahí, a través de representantes, vendieron esa idea y se convirtió en una cosa realmente impresionante.
—¿Qué requisitos debe tener su show?
—Primero, que la gente me contrate. Luego, tienen que contratar un sonidista nada más. Profesional por supuesto para que la gente te escuche y todo esté bien. El asunto es así: hice un formato de un Feliz Domingo chiquitito, no es todo el programa, pero es como si lo fuera. Son juegos. Dura una hora, una hora y diez aproximadamente. Tiene mucho éxito.
Tiene que ser absolutamente secreto. Sorpresa, sorpresa total. Le doy al sonidista la música, que incluye todo lo que era Feliz Domingo, la marcha de Feliz Domingo, “Luces de mi ciudad” por Mariano Mores y las otras, “Chau, chau, adiós”. Bueno, cuando llega el momento de salir me avisan. El sonidista pone la música y, automáticamente, la gente, sin saber por qué pusieron esa música, reacciona y empiezan a hacer palmas. Una cosa fantástica. Dejo pasar 20 segundos y entro. Y eso me da vida, eso me hace vivir. La gente me recibe maravillosamente, “olé, olé, Silvio”. Una cosa formidable. Me hace revivir todo aquello que fue tan lindo.
—¿Por qué terminó Feliz Domingo?
—Y todo termina. No sé, se agotó. Yo tenía unos problemas familiares, que nadie desconoce. Yo tenía un contrato de 10 años, Alejandro Romay lo firmó cuando generalmente te firmaban por 3 meses. Y presenté mi renuncia a ese contrato, Romay aceptó, le pareció muy bien. Nos dimos un apretón de manos frente a las cámaras. Al día siguiente en los diarios decían: Soldán y Romay casi se agarran a trompadas. Mentira. No eran trompadas, era un apretón de manos. Así fue la cuestión.
Entonces, ¿por qué terminó Feliz domingo? Terminó porque un día se acabó. Me llamaron a mí para darles la bienvenida a los dos chicos que iban a hacer Feliz Domingo. Yo salí simplemente cerca del final del programa para darles la bienvenida en nombre del programa.
—Más que la cara, como el alma de Feliz Domingo.
—Bueno, está bien. Gracias, el alma de Feliz Domingo. Me gustó eso. Cuando entro, bueno, se armó un alboroto tremendo, fantástico, todo muy lindo. Y dicen que era así porque el rating hizo pin para arriba. A la semana siguiente me llaman para que vaya y les dije que no, que estaban los chicos. En la última hora, hora y media, aparezco y colaboro con ellos, pero no para sacarle el trabajo a nadie, por supuesto. Y así ocurrió. Y después bueno, después el año terminó y el programa nunca más se hizo.
—¿Cuál fue el minuto que cambió su vida?
—El country me cambió. Me hizo reflexionar un millón de cosas.
—¿Qué aprendió de la cárcel?
—Sentir que estás en un ambiente que no es el tuyo, que no tenés nada que ver con eso, y te preguntás por qué estás ahí. El tratamiento fue maravilloso.
—Cuando se preguntaba por qué estaba ahí, ¿cuál era su respuesta?
—Porque metí la pata, porque habré hecho algo mal. Pero lo dramático, mirá vos, es que yo me comunicaba a cada rato con mi abogado, con Miguel Pierri, y me decía que venía bien, que iba a salir, pero en la tele salían a decir que tenía, por lo menos, para dos años. El ánimo se me iba al diablo, te imaginás. ¿Vos sabés lo que es escuchar todo el tiempo a los canales de televisión hablando de mí y cada uno diciendo una cosa distinta?
—¿Por qué considera que cuando obtuvo la libertad no padeció una condena social?
—Eso es lo que le pregunto al Señor que está arriba. No sé. El primer día que salgo a la calle, que todo el mundo supo porque salió por televisión y por todos lados, quise ir al teatro y le pedí a mi abogado que me acompañe. Fuimos a ver a Nito Artaza, amigo mío, debutó en Feliz Domingo conmigo.
—¿Tenía miedo?
—Pánico, no miedo. Pánico. Fui al único lugar en la última fila. Estaba todo ocupado, porque Nito vendía entradas impresionante. Nito siempre hace chistes entre bambalinas y si hay alguna persona conocida o famosa en la sala la menciona. Y de repente me mencionó a mí, me paré y la gente aplaudió dándome una bienvenida digamos. Era el día posterior a mi salida de Devoto.
—Cuando la gente lo aplaudió, ¿qué sintió?
—Alivio.
—En sus 86 años ¿pudo ahorrar plata? ¿Tiene plata para vivir?
—Para vivir, sí, perfectamente. A pesar de que me han estafado muchas veces y mucho dinero, pero siempre me quedó alguito escondido como para poder seguir viviendo a esta altura del partido. Ojo, no tengo lo que tenía ni remotamente, por supuesto, pero ya a esta altura del partido está todo bien.

Comentarios Facebook

Lo más leído