Wanda Nara: «La mujer es la peor enemiga de la mujer, nunca una de mis parejas me miró el pozo de celulitis que tenía»

A horas de convertirse en la conductora de MasterChef Argentina, concedió esta entrevista con Teleshow para hablar de prejuicios, amor, familia y fama
“Creo que la gente empatiza conmigo porque sabe que vengo de una familia luchadora”, afirma Wanda Nara en una charla profunda y reflexiva con Teleshow, a horas de su debut como flamante conductora de MasterChef Argentina.
Después de que sus separaciones y reconciliaciones con Mauro Icardi fueran tema de discusión casi nacional, hoy asegura que quiere bajarle el tono a la exposición de su vida familiar. Y aunque reconoce que le debe mucho a los medios, prefiere resguardarse y tomar sus decisiones de forma menos pública. En ese contexto no quiere confirmar nada, pero deja entreveer: “A mí me hace feliz luchar siempre por mi familia y lo voy a intentar las veces que sea necesario”, dice Wanda.
Si bien algunos la comparan con Susana Giménez, ella toma distancia: afirma que no quiere reemplazar a nadie y asegura que de diva, no tiene nada. “Me ves andando en patas por el canal. Me limpio los pies, me pongo las sandalias y salgo. No pido nada del otro mundo. Hago la filita del catering que hacen todos con el ticket”, cuenta Nara, quien este lunes se pondrá al frente de uno de los programas estrella de Telefe: “Es un formato que a mí me gusta mucho y ser parte de este gran equipo es un placer enorme”.
La propuesta del canal la sorprendió, volvió a hacer un casting como no le tocaba hacía muchísimos años. Y cuando ya se había olvidado del tema, la llamaron para que regresara de Turquía porque estaban a dos semanas de comenzar a grabar en Argentina. Y ella era la elegida.
“Todo el tiempo pregunto: ‘¿Está bien? ¿Puedo?’. Me tocaron tres compañeros que son genios, no me imaginé que íbamos a tener esta relación”, afirma sobre los históricos jurados del programa: Damián Betular, Donato De Santis y Germán Martitegui, con quienes se encontrará al aire este lunes a las 21.30.
—¿Cómo se vive venir a hacer una conducción en Argentina y dejar un poco tu vida en Europa?
—Algunos me dicen que estoy loca. Otros me dicen: “¿Qué necesidad, para qué?”. La verdad que me encanta. Desde muy chiquitita trabajo en los medios. Cuando te llega una oportunidad así tenés que acomodar todo como sea pero no podés decirle que no. Estoy muy feliz.
—¿Sos consciente de la marca que fuiste creando a lo largo de los años?
—No, la verdad que fue paso a paso. Mucho se lo debo a los medios. Sobre todo a las críticas, que a otra chica la hubieran matado, y a mí me potenciaron. A veces hay que tener cuidado con esas críticas porque agarrás a una persona que quizás no tiene la personalidad que tengo yo y la podés lastimar un montón y hacer que se frustre con sus sueños. Por eso trato de ser lo más cuidadosa posible con los participantes de MasterChef porque entiendo que se están exponiendo.
—¿Sentís un poco que sos la nueva Susana?
—No. Yo la quiero mucho a Susana. La admiro muchísimo y no me gustaría tampoco que el día de mañana venga una chica y digan es la nueva Wanda porque siento como que yo estaría muerta. Yo quiero que haya Susana para rato, y Wanda también. Y me gustaría también que haya nuevas chicas que puedan cumplir sus sueños. Pero cada uno es quien tiene que ser.
—Te preguntaba esto de la marca Wanda por lo que pasa cada vez que das un paso, posteás una foto, arrancás un nuevo proyecto o te cambiás el color de pelo: captás la atención de toda la Argentina.
—Sí, para bien y para mal. Como te dije al principio, los medios me ayudaron un montón y por más que a veces me digan que no tendría que haberme frenado a hablar, porque llego de un viaje que la pasé súper bien y te ponen un micrófono y te dicen justo esa frase que capaz te arruina todo el día, trato de siempre darles un lugar porque siento que soy gracias a los medios. Cualquier artista, por más chiquito, por más grande que sea, necesita de los medios. Eso lo valoro, lo respeto y creo que mi marca registrada es en gran parte gracias a las buenas cosas que han dicho de mí y a las malas también.
—¿Manejás vos tus números, tus negociaciones?
—Las negociaciones sí. Después, para la parte contable tengo mi contador de toda la vida en Argentina y uno en Europa. Pero todas las demás cosas, sí.
—Pero no te tiembla el pulso para decir: “Yo valgo esto”.
—No, eso siempre lo negocio yo. Al contador ya le llega el contrato cerrado, siempre.
—¿Cómo están los chicos?
—Muy bien, muy contentos. Me tienen mucho menos. Ellos estaban acostumbrados a tenerme 24 horas y de repente desaparecí de casa, pero estoy todo el tiempo con el teléfono. Damián (Betular) me carga, me dice: “Sos un sargento”. Quiero estar en todo al mismo tiempo.
—¿Qué es lo mejor y lo peor de ser mamá?
—Lo mejor de ser mamá: todo. Tenés una razón para vivir, para despertarte, para cada cosa que hacés. Y lo peor es que nunca más dormís tranquilo. Desde el día que nació Valentino nunca más volví a tener el sueño que tenía. Tenés siempre un sueño entrecortado.
—Un estado de vigilia constante.
—Sí, un miedo constante. Yo decía: “Cuando crezcan va a pasar”. No, cuando crecen es peor.
—Hace algunos meses hiciste un posteo con que decía algo así como: “Les recomiendo que empiecen a darle a la pizza sin culpa”. Era en respuesta a alguna crítica y me pareció súper importante ese mensaje: lo entendí como disfrutar y aceptarnos como somos.
—Yo la disfruto la pizza y la sufro, porque soy la primera que después me encuentro en el espejo los pozos de celulitis y lo sufro. Y decís: “¡Guau!, todavía no estamos tan avanzados como para que te contrate una marca de ropa interior y te diga ‘vas a salir con los pozos de celulitis al aire’”. A veces te dicen: “Wanda edita las fotos”. No es que edito las fotos: todas las revistas hoy en día buscan la mejor foto. Uno en Instagram busca la mejor foto, no subís tu peor foto, la peor cara o la peor luz. Todos tenemos los mismos filtros a disposición porque son gratis y está en cada uno usarlos o no. Después hay un filtro que no lo podés poner que es el de tu personalidad, el de los códigos que vos tengas. Eso determina a la persona.

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