Triple femicidio: y la política de género herida (Por Ana Costa Ankenbrand)

El hallazgo de tres jóvenes asesinadas nos llena nuevamente de horror. No son cifras abstractas ni titulares de noticieros en horario central: son vidas arrebatadas y en los cuerpos violentados de Brenda, Morena y Lara el dolor se multiplica, y la rabia también.

La primera trampa que debemos sortear es la narrativa oficial: “fue narcotráfico”. Sí, hay indicios de que operó una red criminal que las engañó, que las atrajo con promesas, y usó sus cuerpos como instrumento de venganza. Pero el peligro está en pasar por alto lo que significa que sean tres mujeres. Que se invisibilice que estamos frente a un femicidio en masa: un crimen de género múltiple.

Cada femicidio habla de algo más. Naturalizamos la desaparición, se culpabiliza a las mujeres por “salir de noche”, por “no cuidar sus vidas” porque “se fueron de fiesta y todo salió mal”.
Las ideas de “qué hacían a esa hora”, “qué ropa llevaban”, “por qué aceptaron la invitación” son cuchillos de doble filo. Es violencia simbólica.

Datos que incomodan: en 2024 hubo un femicidio cada 39 horas en Argentina, según el Registro Nacional de Femicidios de la Corte Suprema. Y en lo que va del 2025, ya se contabilizan decenas de víctimas con esta violencia extrema como causa.
Este triple crimen no es un “hecho aislado”: es parte de una espiral sangrienta.
Esto nos pone de frente a una realidad innegable: La necesidad de políticas integrales de género. Para prevenir estos femicidios no alcanza con más patrullaje, ni discursos condescendientes, tampoco ferocidad represiva. Se necesita: educación con perspectiva de género desde la infancia; acciones comunitarias que transformen las masculinidades violentas; espacios seguros para las jóvenes; y más redes de contención.

La sociedad debe unirse en un reclamo colectivo: en demanda constante de justicia.
Este crimen es, también, un desafío para quienes creíamos que el feminismo había ganado terreno.
No estamos ante una “ola” que va a disminuir mágicamente. La violencia machista se reconfigura, se disfraza y toma nuevas formas.
La pregunta que debemos hacernos como sociedad es: ¿cuántas muertes más harán falta para que haya un cambio profundo?
Y cambiar no tiene que ser simplemente prometer más leyes, más cámaras que vigilen y más policías. Cambiar es poner el eje en la vida de las mujeres, entender que la autonomía femenina no es un tiene que ser un riesgo, sino un derecho. Que el Estado tiene la obligacion de jugar un rol activo, protector y reparador.
Nadie tiene que caminar con miedo en su patria.
Honremos la memoria de Brenda, Morena y Lara y exijamos como sociedad que no sean solo víctimas, sino símbolos de transformación.

Ana Costa Ankenbrand

Diputada Provincial Formosa

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