A pesar de la ausencia de Lionel Messi, el Barcelona brilló en Budapest. En el encuentro correspondiente a la quinta fecha de la fase de grupos de la Champions League, el conjunto catalán se presentó en la capital de Hungría para exponer su talento frente al Ferencvaros.
Antes de llegar al primer cuarto de hora Antoine Griezmann abrió el marcador con un taco hermoso que se convirtió en la cereza del postre que habían gestado Jordi Alba y Ousmane Dembélé. La diferencia entre los protagonistas continuó con una clara tendencia catalana, ya que seis minutos más tarde Martin Braithwaite extendió la ventaja para liquidar el pleito con mucha antelación.
La única incógnita era la cantidad de goles que iba a marcar el Culé dentro de su monólogo.
Cuando el cronómetro de Aleksey Kulbakov iba a marcar la media hora, un penal indiscutido le permitió a Dembélé transformar el triunfo en goleada desde los doce pasos. El tiro cruzado del francés dejó sin posibilidades a Dénes Dibusz, quien apostó por arrojarse hacia el otro palo.
En el complemento Ronald Koeman prefirió reservar a sus figuras y decidió el recambio constante. Las salidas de Lenglet, Busquets, Griezmann, Dembélé y Braithwaite le dieron lugar a Júnior Firpo, Carles Aleñá, Frenkie de Jong, Ricard Puig y Konrad De la Fuente.
Con más juventud en el equipo, el Barcelona mantuvo la supremacía, pero no logró concretar las acciones de peligro que generó.
Un detalle que no opacó la notable campaña en el ámbito internacional, dado que el Blaugrana es el único en tener puntaje ideal.
Todo lo bueno desarrollado en la Liga de Campeones se contrapone a la inestabilidad que se observa en el ámbito doméstico. El Barça quiere pisar fuerte en Europa.
