Brigadistas de distintas provincias del país luchan contra el fuego en Corrientes

Con gruesas prendas ignífugas y máscaras que los protegen de las llamas pero los hacen sufrir temperaturas de más de 35 grados, brigadistas de media docena de provincias luchan en extensas jornadas para contener los incendios forestales que ya arrasaron el 9 por ciento de la superficie de Corrientes, coordinados por autoridades naciones en articulación con las locales.
Ayer eran 17 los focos ígneos en esa provincia y en su combate trabajan brigadistas, helicópteros y aviones hidrantes enviados junto a maquinaria pesada por los Ministerios de Ambiente y Desarrollo Sostenible, de Defensa y de Seguridad, bajo la coordinación del Centro Operativo del Servicio Nacional de Manejo del Fuego (SNMF).
Cubiertos con sus uniformes especiales de pies a cabeza, las unidades se reconocen entre sí por sus acentos y modismos, lo que hace que en la dinámica de trabajo de la fuerza conjunta que combate las llamas se escuchen indicaciones como «los cordobeses están combatiendo en tal finca» o «los mendocinos van en camino a aquel poblado», según observó Télam junto a las extensas hileras de fuego.
Con sorprendente tranquilidad, los brigadistas entran caminando en los campos en llamas armados con un «chicote» o herramientas con las que buscan controlar golpe a golpe y metro a metro focos de incendio que en muchos casos se miden en kilómetros.
En silencio desaparecen dentro de los bancos de humo y vuelven a reaparecer decenas de metros más adelante, orientándose por el negro camino que les marcan los restos y las cenizas en la provincia declarada este jueves como «zona de catástrofe ecológica y ambiental» por el gobernador Gustavo Valdés.
«En incendios forestales de estas características es muy poco lo que se puede hacer con agua, por eso las mejores herramientas son el ‘chicote’ (una especie de rebenque largo y ancho) o los rastrillos que sirven para remover superficies y apagar brasas para tratar de ponerle límite al avance del fuego», contó a Télam durante una pausa de su trabajo Javier, bombero voluntario cordobés que integra las brigadas de esa provincia.
El brigadista explicó que la sequía hace que el fuego tenga mucho combustible disponible y dificulta el acceso al agua de aviones y autobombas.
Justamente la sequía, las altas temperaturas y algunas dificultades logísticas interfieren en el proceso del combate de los incendios, según indicaron autoridades provinciales y nacionales, que informaron que se espera para el lunes un frente de lluvias que se prolongará durante algunos días de acuerdo al relevamiento de satélites meteorológicos.
En tanto, Javier, a quienes sus compañeros llaman «Burrito», explicó las dificultades del trabajo de los brigadistas. «La sequía favorece la dispersión de las llamas por lo que cuando terminamos de trabajar sobre un foco levantamos la cabeza y a nuestro alrededor vemos otra decena de columnas de humo creciendo en todas las direcciones», afirmó.
Sobre el arribo de su equipo a Corrientes, dijo que Córdoba «tiene regularmente problemas con los incendios forestales y dispone de brigadas especiales», por lo que son convocados habitualmente a otras provincias cuando hay incendios, como en este caso, por el Servicio Nacional del Manejo del Fuego (SNMF), dependiente del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible.
«En Corrientes no había hasta ahora incendios como este y quizá es por eso que no tienen una unidad de estas características», añadió.
Javier destacó el espacio que les dieron en una escuela rural de San Miguel, donde se instaló el comando de operaciones de emergencia y conviven 150 brigadistas con 15 vehículos, entre autobombas, móviles de apoyo y un camión operativo del SNMF, además de helicópteros, equipamiento y maquinaria pesada, según la información del Gobierno nacional.
«No es tan común tener un espacio así cuando salimos a combatir incendios en lugares alejados de grandes ciudades», dijo Javier, quien en medio de las dificultades remarcó «la camaradería entre todas las brigadas de las provincias» que descansan en ese lugar.
Con respecto al calor que sufren al enfrentar las llamas con el equipo ignífugo, con temperaturas superiores a los 35 años en el verano correntino, aseguró que «nos protegen del fuego y necesitamos usarlo siempre», aunque en su caso el fuego le dejara un agujero sobre el brazo derecho del uniforme.
«El viento a veces puede jugar malas pasadas y también hay situaciones en las que para frenar al fuego hay que enfrentarlo muy de cerca, nos tocó combatir un foco que amenazaba con consumir una casa y en un cambió de dirección del viento se nos vino encima; gracias a Dios fue sólo la prenda», contó casi como una anécdota.
En el centro de mando y base de operaciones que las autoridades de los ministerios de Ambiente y Defensa montaron en la escuela rural es común ver a brigadistas compartir información sobre sus vehículos y herramientas, narraciones de despliegues anteriores y preocupaciones por las lluvias que todos ansían.
Los helicópteros que realizan los últimos vuelos de cada jornada sobre el atardecer registran cómo múltiples focos de incendio iluminan los resecos esteros y bañados como si fuesen las luces de centros urbanos.

Con todos los recursos
a mano, los vecinos se
organizan para frenar el fuego

Chacareros que cargan tanques de agua en la caja de sus camionetas, peones que remueven brasas con sus herramientas de trabajo y gauchos que se adentran en los pastizales con un balde de agua al hombro para intentar frenar el avance del fuego en el norte de Corrientes son algunas escenas que se repiten a la vera de las rutas 12 y 118 y en la mayoría de los poblados en torno al humedal de los Esteros del Iberá.
También hay vecinas que cooperan para arriar ganado y protegerlo del fuego que con múltiples focos ya consumió 785.000 hectáreas, el 9% de la superficie de la provincia de Corrientes, declarada el viernes «zona de catástrofe ecológica y ambiental» por el gobernador Gustavo Valdés.
Los trabajadores rurales, pequeños productores y vecinos de las localidades afectadas por los incendios que llegaron al sur de Misiones, se organizan comunitariamente para combatir las llamas que amenazan pasturas, ganado y forestaciones.
Se trata de un complemento a la acción central de brigadistas de media docena de provincias y bomberos voluntarios que trabajan coordinados por una fuerza conjunta que integran los Ministerios de Ambiente y Defensa junto a las Fuerzas Armadas, con aviones hidrantes y helicópteros que detectan nuevos focos, y en la que participan las áreas de Defensa Civil de los municipios del norte correntino y equipos contratados por empresas que administran grandes forestaciones de coníferas.
A pesar del despliegue, la voracidad de las llamas y la velocidad con la que el viento multiplica nuevos focos ígneos hacen que cualquier esfuerzo parezca insuficiente, por lo que centenares de vecinos y trabajadores se organizaron en sus propias comunidades para tratar de proteger viviendas y producciones en las que invirtieron años de trabajo y todos sus recursos.

Comentarios Facebook

Lo más leído