Con rigurosos protocolos de higiene y seguridad se reactivó la producción de fábricas autorizadas

Lavandina, detergente, jabón y alcohol líquido y en gel desbordan los depósitos y las oficinas de fábricas bonaerenses que, tras dos meses de paralizar sus actividades total o parcialmente, reactivaron esta semana la producción con estrictos protocolos de seguridad e higiene para minimizar los riesgos de contagio de coronavirus.
Apenas unos minutos antes de las 7, Horacio Silva llega en un remís al Parque Industrial de Escobar donde se encuentra la fábrica de tuberías para conducción de fluidos de automotores en la que trabaja hace casi siete años.
Al cruzar la puerta, debe completar una planilla a modo de declaración jurada en la que se registra su temperatura al momento de ingresar, y, alcohol en gel mediante, se dirige a los vestuarios para comenzar su jornada laboral.
«Tuvimos que adaptar todo el trabajo a una serie de disposiciones que son resultado de las recomendaciones de los ministerios de Salud nacional, provincial y de las autoridades municipales», explicó a Télam Carlos Durán, director comercial de Australtub, y remarcó que «la compra de productos de limpieza e higiene personal se incrementó muchísimo».
Apenas 18 de los 60 trabajadores que habitualmente tiene esta planta volvieron a trabajar esta semana, obreros que se habían visto por última vez el 19 de marzo cuando se anunció el principio del aislamiento social, preventivo y obligatorio y la suspensión de actividades para las industrias consideradas no esenciales.
La reciente apertura de las fábricas automotrices aceitó la cadena de demanda de autopartes; por ello y luego de adjuntar copia de todos los pedidos, el Gobierno autorizó «poner en marcha» la planta de Escobar «con un máximo de 18 empleados, que son los necesarios para responder a la producción requerida», señaló Durán.
«Todos los empleados que pueden trabajar de manera remota lo seguirán haciendo así, tenemos un esquema de turnos alternativos para los operarios y los dos trabajadores de limpieza son los únicos que cumplen con sus jornadas completas de ocho horas y de lunes a viernes», señaló el director de la empresa, que hace 20 años produce en el país con materia prima y desarrolladores nacionales.
«Parar por completo la producción es un golpe muy duro para nosotros, venimos de una industria que fue muy golpeada entre 2016 y 2019, años en los que se priorizó la importación por sobre la producción nacional, enfrentamos varias crisis, siempre priorizando los puestos de trabajo y ésta no será la excepción», afirmó.
Durán explicó que el 70 por ciento de quienes concurren a la fábrica lo hacen con movilidad propia y para el resto la empresa contrató un servicio de traslado en auto en el que sólo pueden viajar dos trabajadores y el chofer. Además se repartieron kits de barbijos lavables, alcohol en gel y máscaras protectoras para cada empleado.
Para poder trabajar con más espacio se separaron los horarios de ingreso de los trabajadores, por lo que hay un grupo que entra a las 7 y otro 7.30; la igual que los turnos de los horarios de desayuno y de almuerzo para una mejor distribución en el comedor, donde se quitaron sillas y solo pueden sentarse 4 personas por mesa, en lugar de 6, explicó a Télam Luis Quinteros, jefe de planta.
Protocolos similares se tomaron en la empresa Surpiel, de Villa Tesei, al oeste de la provincia de Buenos Aires, donde se tuvo que agregar un turno extra para que los 70 empleados de la planta de salado de cuero y pieles puedan trabajar manteniendo las distancias recomendadas.
De este modo, ni bien ingresan a la fábrica deben pararse en una alfombra sanitizante empapada en agua con lavandina, después se les toma la temperatura y se les coloca alcohol diluido en agua, antes y después de llenar una declaración jurada donde constan los datos personales y el resultado del termómetro.
Una vez en los vestuarios se mantienen las distancias de aislamiento social, al igual que en los horarios de almuerzo, y durante toda la jornada es obligatorio el uso de tapabocas para todo el personal, trabaje en el área que sea.
«Cuando se decretó la cuarentena tuvimos que cerrar pero a los pocos días nos habilitaron, ya que si bien no somos una industria alimenticia los frigoríficos dependen de nosotros para poder sacar los cueros de los animales que faenan. Si no trabajamos, ellos se quedan sin lugar para poder seguir faenando», aseguró Gerry Lievendag director de la empresa.
El ejecutivo remarcó que la planta que maneja un volumen de 200 mil kilos de cuero por día tiene «un rol clave, es un eslabón de una cadena que no puede parar, por eso tras el permiso para volver a abrir se puso el foco en la capacitación para el cuidado de todos los trabajadores».

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