Florencia Peña: «Soy de las que se la juegan tanto ideológicamente como en la vida»

“Mirá que nos resistimos, eh. Cuando el segundo año de Casados con hijos era furor nos miramos con Guillermo (Francella) y dijimos: ‘Hasta acá, ¿no?’. Porque eran personajes muy fuertes y nosotros teníamos otras búsquedas, no nos queríamos quedar a vivir en estos personajes. El resultado: 17 años de repeticiones”, recuerda entre risas Florencia Peña, que volvió a convertirse en Moni Argento y agota localidades en el Gran Rex.
El reencuentro teatral fue tan pospuesto como esperado. Probablemente por eso antes del estreno ya contaba con 60 mil entradas vendidas y se anticipa como el suceso de la temporada.
—¿Dónde la tenías guardada a Moni?
—Y… en algún lugar de todo mi ser Moni quedó como cada personaje que he hecho. Lo que pasa es que fue de los personajes más armados: le encontrás un disfraz, una manera de caminar, una voz. No es un personaje naturalista. Cuando la volvimos a recordar después de 17 años, porque la gente nos ve siempre pero nosotros hace 17 años que no lo hacíamos, cuando empezamos a recordarlo en los ensayos, empezamos a entender que (los personajes) estaban ahí. Fue fácil.
—¿Cómo es hacer Casados con hijos 17 años después con todas las cosas que pasaron en el mundo y en la Argentina?
—Siempre defendimos mucho que Casados con hijos es Casados con hijos. No van a ver otra cosa. Sí obviamente entendemos la deconstrucción, somos parte de eso, yo soy una mujer que además tiene puesta la bandera, pero Casados con hijos es una sátira. Casados con hijos es una crítica. No es literal. De hecho cuando arrancamos lo que le costó un poco al público fue entender que no era literal: nos estábamos riendo y estábamos satirizando a la familia tipo. Ya es una crítica todo lo que sucede dentro, como Los Simpson, siempre es políticamente incorrecto, pero de alguna manera nos estamos riendo del machismo, nos estamos riendo de qué significa ser una mamá con dos hijos, si hay que cocinar, si no hay que cocinar. Está intacto Casados, y se nota que está intacto porque pasaron muchas generaciones y lo siguen mirando y sigue estando vigente. No a muchos productos les pasa eso.
—Vas a hacer todo el verano Casados con hijos y también seguís en la conducción.
—Sí, también sigo en la conducción.
—Un año ya de La puta ama.
—Un año. Cuando nos vaticinaban que… Bueno, la conductora es algo que yo encontré en pandemia. Si bien ya había conducido programas nunca a este nivel. Primero el magazine de Flor de equipo que nace en pandemia en Telefe y después La puta ama, que nace como una necesidad mía de acercarme más a quién soy hoy. Tener el humor que me caracteriza y tratar también de irme a un canal sin tanta necesidad de estar como en la cuesta de la ola, de experimentar, de poder encontrar otra cosa. Qué sé yo.
—Fue una apuesta muy fuerte y al principio fuiste muy cuestionada.
—Sí. Como siempre (risas). Nunca fue distinto. Guille (Francella) siempre me dice que soy muy fuerte. Yo defiendo mucho quién soy hoy y entonces en ese defender quién soy hoy me banco las críticas porque no le hago mal a nadie siendo quien soy. Siempre tengo la sensación de que la libertad no es libertad si vos estás metiéndote con la vida de los demás, o la libertad de los demás. Pero no es lo que hago. Yo soy libre. Yo soy esta. Sin joder a nadie. Y el que no le interesa, sigue de largo. No me cuestiono tanto hoy eso.
—¿Por qué elegís trabajar tanto?
—Yo creo que tengo la cultura del trabajo casi como una cuestión genética. Nací trabajando, prácticamente. Desde los siete años que trabajo. Y hay algo de eso que hace que primero hago lo que me gusta, entonces es muy difícil separar: es mi hobby, es mi pasión, es lo que me da de comer. Por ahí me planteo un año más liviano y me aparece una cosa que me encanta y la tengo que hacer.
—Y como venías con un año liviano entre la tele, Network, preparando Casados, dijiste: “Me caso, y no hago un casamiento, hago dos”.
—Hago dos. Así soy: siempre un poco más arriba. Sí, la verdad es que teníamos ganas de casarnos ya hace un tiempo. Mi papá se había enfermado cuando habíamos puesto fecha y no lo habíamos logrado en su momento. Se dio en noviembre de este año que pasó y dijimos: “Es ahora”. Hicimos dos porque nosotros siempre tuvimos una vida un poco en Salta y un poco en Buenos Aires, y nos parecía que era como ser respetuosos de nuestra historia que pudiéramos festejar en ambos lugares que habían sido protagonistas de este amor. Así que tuvimos un mega casamiento hermoso, romántico, en Salta, y tuvimos un fiestón.
—Estabas hermosa en ambos, y siempre que te veo estás diosa: en la tele, en tus redes… ¿En tu casa también sos así o aparece una Flor de joggineta?
—No, yo soy muy de la joggineta, eh. Porque además como hace mucho tiempo que me tengo que arreglar para el trabajo, estoy sin maquillaje en la vida. Quizás lo que me pasa es que yo nací con mis formas bastante exuberantes, de hecho me saqué (lolas) cuando era chica porque en ese momento era un momento distinto del mundo y yo era muy criticada, o muy observada justamente por tener formas hegemónicas. Las sigo teniendo, pero es el cuerpo que tengo. Me la banco y la verdad que me siento en un gran momento de mi historia personal. Pero no porque me sienta linda o fea, eh; eso no pasa.
—Vos buscaste mucho esta libertad. ¿Te sentís plena hoy?
—Sí. Hoy me siento plena. Me costó un montón. Pero me costó un montón conmigo, eh. El afuera no deja de ser un reflejo de uno mismo. Hay épocas donde le daba demasiada bola a lo que pasaba afuera y creo que la batalla que supe y pude ganar fue la de dejar al afuera en el afuera y centrarme en qué necesitaba yo en mí, dónde quería estar.
—Eso costó algunos dolores, ¿no?
—Muchos dolores.
—Momentos de mucha exposición y ponerle el cuerpo.
—Y de bancármela y decir: “Bueno, okey, pero esto pienso, así vivo la vida”. No tengo ningún problema en salir a bancarla, en salir a decirlo. Soy de las que se la juegan tanto ideológicamente como en la vida. Eso tiene un precio y siempre estuve dispuesta a pagarlo.

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