Jubilados

La acidia de los abuelos es llamativa. Caminan jorobados, mirando el suelo a ver si encuentran algunas monedas para mitigar sus miserias. Para colmo, las tarjetas le sacan sus magros sueldos y este desamparo los condena al nerviosismo. ¿Quién los protege? Son muertos que caminan.

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