La verdadera historia de la relación entre Fito Páez y Charly García

El amor después del amor, la biopic del músico rosarino, le dedica mucha importancia al vínculo con entre estos dos grandes del rock nacional. Egos, talentos y una profunda admiración mutua.
Un buen comienzo podría ser relatar el primer encuentro personal. Era diciembre de 1982. Un tiempo de transición. Juan Carlos Baglietto presentaba su segundo disco, Actuar para vivir. El rosarino había sido uno de los booms del año. Dos discos en nueve meses. Sus canciones sonando en la radio. El hit improbable de Era en abril, la letanía suicida por la muerte de un hijo, o Mirtha, de regreso, historia carcelaria y de derrota. En su banda se destacaba Fito Páez, un chico de 19 años. También de Rosario. Muy delgado, desgarbado, desprolijo, con anteojos enormes. Tecladista y autor de varios de los temas.
Mientras la banda se preparaba para entrar a escena, por los pasillos de los camerinos comenzó a crecer un rumor, una inquietud. El murmullo de un huracán creciendo. Charly García pasaba a saludar. Junto a él Andrés Calamaro, la otra gran joven promesa del rock. Ambos avanzaban coloridos, estentóreos, seguros de sí mismos. Cuando Charly entró al camarín todo se paralizó. El Supremo Pontífice. Hubo algunos saludos al aire pero García los ignoró. Charly tenía un objetivo. Se acercó al chico de rulos de 19 y le preguntó: “¿Por qué dicen que tenés mala onda conmigo?”. Silencio pesado y alguna que otra risa nerviosa del resto. Charly abrazó a Fito. Después encendió un porro con algo de desdén. Fito se defendió: “¿Cómo voy a tener mala onda con vos que sos todo en mi vida?”. Después, se arrodilló frente a él y le dijo: “Maestro, amo su música más que a nada en este mundo”.
No hay relatos sobre lo que pasó inmediatamente después, pero nadie imagina a Charly levantando a alguien que se arrodille frente a él. Lo debe haber considerado un justo tributo.
La banda de la Trova Rosarina salió a escena ante el teatro repleto. Y Fito impresionó a García. La revista Pelo, en el comentario de los shows, sólo resaltó a Páez: “El trabajo más destacado lo cumplió el tecladista”. También consigna que tuvo un pequeño momento solista e interpretó la canción Viajes, una versión inicial de ese clásico que es Tres agujas. Suponemos que García se convenció esa noche del talento de ese chico.
Una semana más tarde, Charly presentó Yendo de la Cama al Living en Ferro en un show memorable, de los más importantes de nuestro rock. Fito Paéz estaba entre la multitud como espectador. En un momento, Charly hablando con el público dijo: “Como dice el rosarino Baglietto, Actuar para vivir”. Páez no podía creer que su ídolo estaba citando su tema ante casi 30.000 personas.
Todo había empezado mucho antes. Páez siempre recuerda la fecha exacta. La repite como un mantra. 7 de agosto de 1976 en el Auditorio de la Fundación Astengo en Rosario. El primer recital de su vida. Tenía 13 años. Quedó deslumbrado con el despliegue escénico, con esa música hipnótica, con la química entre los músicos. Pero sólo tenía ojos y oídos para el líder de La Máquina de Hacer Pájaros, la banda que Charly había formado luego del final de Sui Generis.
“Todo allí se puso a temblar. Aquel teatro y mi alma. Yo estaba en la fila 7 sobre el costado izquierdo frente al escenario. Del otro lado Charly apareció con una flor roja en la boca tocando los primeros acordes de Rock, la canción que abre el lado B del primer álbum de esta banda inigualable. Todo el teatro se puso de pie, y fue tal el miedo y la adrenalina que sentí que pensé que el muchacho que tenía a mi lado iba a acuchillarme. La energía que se desplazó por aquel espacio fue tan fuerte (…). La noche en que los dioses me dieron una clara señal”, escribió Fito en Infancia y Juventud, sus memorias aparecidas el año pasado.
Los de Sui Generis fueron los primeros discos que le pidió a su papá en sus recorridas semanales por las disquerías. Con sus primeras bandas, apenas unos chicos que se juntaban con sus instrumentos, Páez hacía versiones de Alto en la torre o de ¿Para quién canto yo entonces?. Rastrillaba las entrevistas que Charly (también las de Spinetta) daba a la Pelo o a Expreso Imaginario para encontrar referencias a grupos que no conocía. Y salía a buscarlos. Así, por ejemplo, descubrió entre otros a Steely Dan. Al maestro Scarafía, que le enseñaba piano, le pidió que le enseñara Instituciones, el tema de Sui Generis. Lo practicó durante horas hasta que pudo dominarlo.
El amor después del amor, la serie de Netflix que cuenta la vida de Fito Páez, se convirtió en un fenómeno. Las redes sociales se inundaron de mensajes de espectadores que comentan sus escenas, que recuerdan las canciones, que descubren por ejemplo que a Baglietto lo interpreta su hijo menor. Tal vez lo que más asombro provoque sea el parecido de los actores elegidos con los personajes reales. Privilegiada la mímesis, en algunos casos se sacrificó calidad actoral. Además del enorme parecido en la caracterización de Micaela Riera (y de la tierna y a la vez precisa interpretación de la actriz), la otra gran sorpresa es la aparición de Charly García encarnado por Andy Chango que logra con su bigote bicolor, sus gestos ampulosos, amanerados y algo desarmados recrear al Charly pletórico, filoso y absolutamente genial de los años 80 (en las redes ya claman por una serie de Charly con Andy Chango de protagonista).
Alguna vez alguien se centrará en esos años de Charly. Pero no en lo más evidente, en la trilogía invencible que dio comienzo a su etapa solista, sino, en su lugar como faro de una generación, de un movimiento. En esos años produjo entre otros los discos debut de Los Abuelos de la Nada, Los Twits, Fabiana Cantilo y G.I.T. Protagonizó los shows más espectaculares de un artista argentino (la precisión del último Seru Giran en vivo, el Ferro de No Bombardeen Buenos Aires, la presentación de Clics Modernos) y convocó a su banda a músicos excepcionales. Esas bandas de García son la mayor acumulación de talento de la historia del rock local.

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