Roland Garros: Tomás Etcheverry asombra a París con un ascenso sin límites

El jugador de 23 años ya está entre los ocho mejores del segundo Grand Slam de la temporada; Zverev, el próximo obstáculo en busca de las semifinales.
En la noche del estadio Suzanne Lenglen, ya cuando el fresco de la primavera parisina se hace sentir, quedaban pocos espectadores. Los suficientes para ser testigos de otro éxito grande del tenis argentino: Tomás Martín Etcheverry se metió en los cuartos de final de Roland Garros, en la mejor actuación de su carrera. Todo lo ha hecho tan sólido el jugador platense, que se abrió camino en la ruta de la tierra batida más preciada sin ceder sets. En el cotejo que cerraba los octavos, Etcheverry eliminó al japonés Yoshihito Nishioka por 7-6 (10-8), 6-0 y 6-1. Nunca había llegado tan lejos en un Grand Slam. Pero allí está, en esa segunda semana en la que el rostro de la gloria está muy cerca.
Este es apenas el tercer Grand Slam de Etcheverry como profesional. No pudo pasar la qualy en 2021, y el año pasado perdió en la primera rueda con Miomir Kecmanovic. Más: hasta hace unos días, registraba un solo triunfo en un torneo grande, el que logró en enero pasado ante el francés Barrere en el Australian Open. Aquí, en París, explotó en toda su dimensión. Es cierto que estaba cumpliendo una muy buena temporada, con resultados constantes y un tenis en ascenso. Pero, de ahí a meterse entre los ocho mejores de un grande, ya hay un trecho bastante largo. Que Etcheverry recorrió con autoridad y soltura, a la altura de lo hecho por otros históricos del tenis argentino, al dejar en el camino a a Jack Draper, Alex De Miñaur y Borna Coric. Habían pasado dos años desde la última vez que un jugador de nuestro país (Diego Schwartzman) había alcanzado esta misma etapa.
Nishioka, un zurdo japonés experimentado, de juego completo, era el obstáculo en los octavos. Le tomó un rato al argentino descifrar el pulso rival, porque el 33° del mundo se le metía dentro de la cancha y de a ratos dominaba con esos latigazos de drive. Llegaron al tie-break, un desempate que, por lo parejo que estaba el juego, podía cobrar mucho valor. Escapó Tomy de un set-point (6-7) en un punto jugado con firmeza, y capturó el parcial con una derecha que no encontró respuesta.
Aquejado por una dolencia en la zona inguinal de la pierna izquierda, Nishioka comenzó a desmoronarse; del otro lado, Etcheverry completó su tarea sin salirse del foco, hasta cerrar la noche en el segundo match-point, con una derecha muy larga del japonés. Entonces sí, Etcheverry cayó de rodilla y se tomó el rostro, incrédulo. Era la hora del abrazo con el entrenador que condujo hasta esta etapa, Wally Grinóvero, y el psicólogo Pablo Pécora, los integrantes de su cuerpo técnico en París. Del otro lado de los cuartos de final asoma Alexander Zverev, que viene de pasarle por encima a Grigor Dimitrov por 6-1, 6-4 y 6-3.
“Muchaaaaaachos, ahora nos volvimo’ a ilusionaaaar”, se escucha por los pasillos de Roland Garros, con ese acento argentino inconfundible. Así entró Etcheverry a la conferencia de prensa. “No caigo en esto. Ahora tengo todas las emociones encima. La verdad es que trabajé muy duro para estar acá. Y es una sensación de orgullo, de poder seguir demostrando, de jugar como vengo jugando”, cuenta. Y explica las razones de este momento. Su momento: “Vengo con mucha motivación. Trabajé muy duro en hacer cambios en mi tenis, y estoy orgulloso de haberlos hecho. Llegaron los resultados, pero todavía me falta un montón, de incorporar tácticas y cosas técnicas, pero yo lo escucho . hoy tengo la confianza y la seguridad de poder enfrentar a cualquiera. Zverev es un jugador con mil partidos más que yo, a mí todavía me falta, pero estoy con mucha confianza y siento que puedo”.
La película de Etcheverry continúa. “Pensé de todo. No sabés las cosas que se me pasaban por la cabeza. Estaba un poco tenso por cerrar el partido, es la realidad. Miré al cielo, también, desde chico por todo el esfuerzo que hice, todo fue muy emocionante”. La mirada a las alturas trae el recuerdo de Magalí, su hermana mayor, que falleció el año pasado. “Le pido fuerzas a Magui y ella siempre me da. Hoy, en un momento importante del partido, le pedí y me ayudó, y metí un ace”, reveló.
Etcheverry fue escalando etapas con paciencia, aprendiendo de los errores. Hace exactamente un año era el 90° del mundo, un número habitual para los que juegan el circuito de Challengers, el segundo nivel del circuito profesional. Terminó 2022 como el 79° de la clasificación, ya con Grinóvero como entrenador. El coach dispuso variantes que el jugador aceptó. “Mi entrenador me dio muchas herramientas para que yo crea en mi y pueda estar acá. Llegaron los resultados, aunque todavía me falta un montón. Tengo que incorporar tácticas y cosas técnicas, pero yo lo escucho”, agradece Etcheverry.

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