Destacan la necesidad de tener tasas positivas pero sin ahogar la producción

La consultora Ecolatina afirmó que Argentina necesita fortalecer el peso doméstico para generar un mercado de crédito amplio posibilitando que las empresas se endeuden para financiar inversiones y para que el Gobierno no deba hacerlo en moneda extranjera.
Luego de décadas de desconfianza de los inversores en el peso producto de los altos índices de inflación, las fuertes devaluaciones y la recesión de los últimos años, «el próximo gobierno deberá apostar a lograr una tasa de interés real que debería ser claramente positiva, pero al mismo tiempo, no debería ahogar al entramado productivo”, señaló la consultora Ecolatina en su último informe publicado ayer.
“El próximo gobierno deberá buscar un equilibrio que pocas veces se encontró en los últimos 30 años. Argentina necesita confiar en su moneda y para eso deberá generar incentivos. Es decir, no debería caer en la tasa real de 6,1% promedio de la convertibilidad, ni en el -7,2% del periodo 2003-2019”, destacó al tiempo que remarcó que “encontrar este equilibrio es tan necesario como complejo, especialmente para un país más acostumbrado a virar de extremo a extremo que a la sintonía fina”.
En ese marco, la consultora indicó que la tasa de interés real de julio usando la inflación que arroja el IPC Ecolatina, (2,4%) fue cercana al 11% anualizada y creciendo en relación al 9% de junio al 5% de mayo o al -3% de abril. Señaló que en la medida que la inflación vaya desacelerando es probable que la tasa real continúe creciendo. Y agregó que recién bajaría de forma significativa luego de las elecciones y solo en la medida que el mercado crea en el equipo económico.
“El que menos crece, el que más inflación tiene, el que más recesiones vivió, el de mayor pass through, el de mayor deuda en dólares como porcentaje de deuda total, etc. Argentina es un valor extremo, una excepción. No sería correcto intentar explicar todos estos problemas en base a un único argumento, pero detrás de buena parte de estas particularidades se esconde, entre muchas otras cosas, el hecho de que el argentino no confía en su moneda”, analizó.
Y dio el siguiente ejemplo: “Imaginemos un argentino de 65 años que ahorró toda su vida en algún instrumento en pesos. A los 35 años la hiperinflación le quito valor casi por completo a sus primeros ahorros y lo que quedó fue parte del canje compulsivo que significó el plan BONEX. Diez años después, lo ahorrado durante la convertibilidad quedó dentro de los límites del corralito y el salto cambiario y posterior aceleración inflacionaria le quitó poder de compra a ese inmovilizado ahorro. Una vez superado ese episodio y durante los últimos quince años las tasas de interés que recibió por lo que quedaba de sus ahorros fue sistemática y significativamente menor a la inflación. Es decir, haber ahorrado en pesos fue una pésima decisión financiera, lo cual explica el poco apego del argentino promedio a su propia moneda”.
No obstante, destacó que si los argentinos demandaran su moneda como una herramienta de ahorro pensarían en pesos, valuarían sus bienes en pesos y dejarían de tomar decisiones basados en la evolución del tipo de cambio, desacoplarían la evolución de la inflación y la depreciación de la moneda, como sucede en la mayoría de los países de la región.

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