Quienes hayan experimentado la felicidad de la jardinería saben que no hay otra cosa que se le compare. Esta fe en el porvenir que da sosiego al espíritu e imparte animación al cuerpo, explica el extraordinario virgo con que los ancianos se aplican a las faenas del jardín. Ocupados en ellas, se olvidan de la juventud y de la edad en el trasunto de plantar un árbol.
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