Victoria Vannucci viajó a Israel para servir como voluntaria

Victoria Vannucci estaba en Los Ángeles cuando estalló el conflicto en Israel y sintió que no se podía quedar quieta. Dentro suyo se movilizaba el camino recorrido desde su conversión al judaísmo, los amigos que la habían acompañado en el proceso, el mundo que le esperaba a sus hijos.
Tenía que hacer su aporte, devolverle un granito de arena a lo que la había rescatado en sus días más tristes. “Cuando pasó lo que pasó, no fue solo la naturaleza sino también aferrarme a lo que es el judaísmo, a Hashem que me mantuvo de pie en los peores momentos”, cuenta la exmodelo desde Tel Aviv. “Y lo mínimo que podía hacer es mostrar apoyo al pueblo judío, que es mi pueblo, mi comunidad”.
Cuando tomó la decisión de viajar, sentó a sus hijos Indiana, de 10 años, y Napoleón, de 9, y actuó como le había enseñado la religión: “Absorbí el judaísmo y entendí que la verdad es el mejor camino y es una responsabilidad. Yo no les miento ni les oculto, los crío con el ejemplo y quiero que vean una persona con los valores bien puestos”, expresa. Y en el mismo sentido considera que en un contexto como este hay que tomar decisiones fuertes. “No se puede dudar”.
Al aterrizar en Israel, lo primero que hizo fue besar el suelo, como hace cada vez que llega a Tel Aviv. “Doy un beso por cada miembro de mi familia”, revela, y profundiza sobre la simbología de esa acción. “Estamos acá para proteger nuestra tierra. Obviamente que los héroes son los que salen a dar la vida por todos nosotros, y lo mínimo que podemos hacer es ayudar a protegerla como hicimos todos estos años”.
Después de tantos viajes a Tel Aviv, sola o junto a su familia, Victoria tejió una red de contención que le abrió los brazos una vez más. “Acá tengo muchos amigos que están peleando en distintos frentes. Rabinos que me ayudaron a este proceso interno de entender en profundidad lo que es el judaísmo, el significado de la familia, que estemos todos juntos. Sé que siempre me van a abrir las puertas y ahora me estoy quedando en la casa de uno de ellos”.
Victoria asegura que el primer contacto con la realidad fue fuerte. “Una cosa es verlo por la tele, o las redes con la cantidad de fake news que hay. Cuando estás acá, la piel se te eriza, el corazón se te hiela y no volves a ver la vida como antes”, sentencia. “Estés donde estés, el corazón está roto. Es una línea moral, Israel somos todos no importa que religión tengas. Acá estamos todos defendiendo lo mismo, es el bien contra el mal”.
En este cuadro de situación, cada vez que suenan las sirenas de alarma, se deja todo y el único objetivo es salvar la vida. “Tenés un minuto y 15 segundos para llegar a un refugio, yo estaba ayudando en un puesto y no llegué”, relata Vannucci, como prólogo a un accidente que requirió asistencia médica. “Cuando explotan los bombazos todo tiembla, se mueve el piso y me caí. Me dieron dos puntos en el labio, pero es la nada misma a comparación de lo que pasa”.

Red de ayuda y contención

“Acá es todo entre amigos, yo me puse a disposición”, cuenta Victoria, mientras espera el llamado para ir a cocinar a una de las bases. Acaba de prestar asistencia en uno de los puestos en los que recortan y entregan cintas amarillas a los familiares de los secuestrados, una manera simbólica de pedir por el regreso a casa. Allí también organizan la comida que deja la gente de manera voluntaria y brindan apoyo emocional a aquellos que transitan horas críticas. “No me quiero imaginar el proceso interno de cada persona que espera que le devuelvan un hijo, que le devuelvan un bebé. Y ahí ves la parte emotiva, ese rayito de luz que sale en el pueblo judío en medio de esta cosa tan tremenda”.
En su rol de voluntaria, las tareas pueden ser variadas y las asigna el referente de cada comunidad. “Vamos a buscar al colegio a nenes que se quedaron sin padres, o asistimos a ancianos que están solos y nos necesitan”, enumera Victoria.

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