Julianne Moore, la niña que odiaba sus pecas y se convirtió en una actriz premiada

El escritor estadounidense, Augusten Burroughs escribió alguna vez: “El pelo rojo es genial. Es raro y por lo tanto superior”. Si repasamos la vida de Julianne Moore habrá que darle la razón. Es que la actriz del cabello color del fuego es una de las pocas que en su casa luce todos los premios con los que todo artista sueña. Ganó el Oscar, el Globo de Oro, el Bafta y el del Sindicato de Actores. Además es una mujer comprometida que no teme involucrarse en causas como el control de armas, los derechos de la comunidad LGBTIQ+, la belleza natural y la defensa de las infancias.
La niñez de Moore transcurrió con estabilidad familiar pero inestabilidad habitacional. Lo que parece una contradicción viene con explicación. Su padre, Peter Moore Smith, era un juez militar y coronel de la armada que actuó como paracaidista en la guerra de Vietnam. Su madre, Ann Love Smith, era una psicóloga escocesa, que le heredó a su hija ideales y melena pelirroja. A lo largo de su infancia y hasta sus 18 años, Julie Anne Smith -su nombre real- se especializó en armar y desarmar valijas. Por el trabajo de su padre, la familia se mudó 18 veces, una vez por año.
Aunque la familia cambiaba de casa y de ciudades, una situación se repetía de forma constante: las burlas que recibía por su cabello y sus pecas. La solían llamar Freckleface Strawberry un apodo que detestaba. Fue alumna en colegios en los que nadie le hablaba. “Cuando crecía en los Estados Unidos, parecía que nadie tenía pecas. Solo quería parecerme a cualquier otro niño bronceado”, recordaría. “Odiaba ser la que no podía ir a la playa o la que tenía que usar mangas largas. Creo que eso se quedó conmigo un poco”. Hasta el día de hoy, cada vez que observa una espalda descubierta sin pecas, no puede evitar pensar que afortunada es esa persona.
Para tratar de pasar un poco más desapercibida recurrió a soluciones extremas. Ocultaba sus pecas bajo capas de maquillaje y hasta llegó a usar gorros de ski en el aula. También odiaba sus cejas. “Me las depilaba, decoloraba y les hacía todo tipo de cosas, así que realmente desaparecieron por completo”.
En su infancia no soñaba con ser actriz sino cuidadora en un zoológico. De adolescente quería ser médica pero al ver la película 3 Mujeres de Robert Altman, quedó cautivada con la interpretación de Shelley Duvall. Cambió el sueño del estetoscopio por el de los escenarios.
A los 17 años, luego de una nueva mudanza familiar esta vez a Alemania, decidió que ya era tiempo de quedarse en un solo lugar. Primero, y desafiando a sus padres, estudió Bellas Artes en Boston y luego se instaló en Nueva York para estudiar interpretación. Contaba con apenas mil dólares y un propósito: sería actriz. Consiguió un trabajo de camarera en restaurante que le permitía sobrevivir y una vacante en instituto de teatro, que le permitía soñar. Fue uno de sus profesores quien le recomendó cambiar su común apellido, Smith por otro más artístico. Eligió Moore.
Como tantos jóvenes, comenzó con pequeños papeles con pequeños salarios en obras de teatro -interpretó a Ophelia en Hamlet en el Teatro Guthrie-, y algunos bolos en televisión. Empezó a descollar y no solo por su cabellera cuando apareció en la serie As The World Turns, interpretando a las gemelas Hughes. Este papel le brindó su primer reconocimiento: el Daytime Emmy Award a la mejor actriz joven en una serie dramática.
Su primera aparición en el cine fue El gato infernal, una película de momias protagonizada por Christian Slater. Pero cuando realmente llamó la atención fue en Short cuts (Vidas cruzadas), de Robert Altmann, donde interpretó un largo monólogo desnuda de la cintura para abajo.

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